Es una de las últimas tardes de octubre 2021. No sé ni cómo se me ha estado yendo el tiempo, trato de pensar en el resto de las tardes de mi octubre pero la mayoría están difusas. Sé que he estado o con mi esposo o con mis padres y hermano. Si acaso una o dos las he pasado fuera entre calles y transporte público, siempre con un destino fijo y sin mucho interés por cambiar el rumbo o vagar sin brújula. Nunca he sido de vagar sin brújula, en realidad, pero en esta etapa de mi vida menos que nunca. Hay días que despierto pensando que sí me gustaría sentirme libre de salir a la hora que sea e irme a donde sea sin tener que pensar en que alguien necesita algo de mí, pero esa sensación me dura solo unos minutos porque al siguiente momento me siento satisfecha de hacer lo que hago, de cuidar a los míos, de la vida que estoy construyendo y de este proyecto en que me siento parte fundamental.
Hay dos películas que me gustan mucho y puedo ver una y otra vez sin cansarme, ambas tienen como hilo conductor el tema de aviación por cierto, y ambas son una alegoría a la disyuntiva que -creo- sentimos la mayoría de seres humanos respecto al compromiso/ataduras/responsabilidades afectivas sin plazo definido. En una de ellas el protagonista (George Clooney) viaja sin parar para llevar a cabo un trabajo que ama hacer y que consiste en despedir empleados de empresas sin remordimiento alguno, además dicta conferencias sobre lo limitante y agotador que resulta llevar vidas en las que hay lazos con personas y cosas que nos atan a un solo lugar y estilo de vida y desprecia profundamente a quienes eligen esa forma de vivir. En la otra película es Gwyneth Paltrow quien interpreta a una chica humilde y núcleo familiar disfuncional que decide a toda costa alejarse de su lugar de origen y convertirse en una mujer profesionalmente exitosa por lo que se forma como azafata y llega a ser la mejor de la empresa para la que trabaja, pero para lograrlo en un momento crucial tuvo que elegir entre mudarse de ciudad para crecer laboralmente, o bien quedarse donde estaba, sentirse frustrada en la parte profesional pero conservar a su pareja a quien amaba y que en la trama era un gran hombre. En ambas películas el mensaje es que al final nunca nos sentiremos plenos ni completos si dejamos fuera de nuestra vida esos lazos afectivos que en algún momento podrían hacernos sentir que nos quitan "libertad". Evidentemente ambas películas son comedias románticas hechas para entretener y tratan el tema de manera somera, sin embargo yo las vi en un momento en el que me sentía vulnerable y frustrada en el aspecto romántico, así que hicieron un eco más grande del que me habrían hecho en otro momento (mismo caso que Comer, Rezar, Amar, pero esa historia quizá la contaré en otra ocasión). Traje a cuento lo anterior porque sí hubo una etapa de mi vida en que imaginaba que una relación sin fecha de caducidad y que eventualmente incluyera hijos podría derivar en una sensación de atadura y frustración, sin embargo ahora entiendo que hablaba y razonaba eso desde mi falta de conocimiento de lo que implicaba, desde mi inmadurez y mi ignorancia de la realidad de tener una pareja y convivir el día a día, con responsabilidades compartidas y sueños en común. Sigo sin querer tener hijos pero ya no por las mismas razones. Por cuestiones de la vida he experimentado un poco lo que es ser responsable del cuidado físico de otro ser humano y tengo muy claro que no es algo que quiera hacer el resto de mi vida sin opción a renunciar (aunque eso no significa que viva lamentándome por lo que sí decido hacer actualmente), pero no me siento capaz de hacer un buen trabajo como responsable de la crianza emocional y mental de otro ser humano. Aún no me siento lista para ello y aunque estoy trabajando en mí y en dejar de negarme a mí misma todas mis capacidades, no creo llegar a un punto en el que me sienta capaz de enfrentarme a ese reto aún con tiempo en mi reloj biológico.
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Cambiando drásticamente de tema, hoy ha sido también una tarde en que tuve conversaciones interesantes con un par de amigos que, sin que yo lo propiciara intencionalmente, derivaron en recordar experiencias del pasado, de momentos que nos pudieron haber lastimado y de otros que en que disfrutamos absolutamente el haber coincidido en la vida del otro. Algunas de esas experiencias están guardadas en textos de este espacio y es reconfortante volver a leerlas para revivir emociones de esos tiempos, así como es una lástima haber descuidado tanto tiempo mi hábito de escribir asiduamente para guardar intactas las sensaciones y las experiencias vividas. Debo cuidar no dejar de hacerlo nuevamente, menos en esta etapa tan hermosa de mi vida.
Finalmente, hoy se suponía que pasaría mi tarde fuera de casa después de visitar un museo pero al final me arrepentí y fue una buena decisión, porque esperaba una tarde bonita y soleada para caminar hasta ver el atardecer y la de hoy ha sido una tarde medianamente gris y no como la imaginaba. Ya llegará mi tarde.
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