Dos noches en LA BARRANCA

No recuerdo cuándo fue la última vez que escribí una reseña pero estoy segura que han pasado, cuando menos, ocho años. Lo intenté varias veces después de conciertos realmente especiales y memorables pero ninguna de esas veces logré avanzar más allá de un par de párrafos, veamos si esta vez se logra...


No me arrepiento de no haberme arrepentido
La primera de las noches empezó conmigo ansiosa/emocionada y esperando la llegada de mi hermano que debió cruzar en auto media ciudad sumergida en caos decembrino. No me desesperé porque a fin de cuentas no queríamos llegar demasiado temprano al Foro Hilvana: sabemos que los conciertos ahí empiezan exasperadamente tarde (al menos en nuestra realidad de adultos de casi 40 que ya no aguantan desveladas y debían ser productivos dentro de unas horas). Salimos de casa mi marido, mi hermano y yo poco antes de las 9 pm y dejamos que la misma ciudad nos fuera guiando en la mejor y más eficaz forma de llegar al lugar: 10 minutos en Uber al metro, ocho estaciones de la línea 3 y cinco minutos de caminata. Llegamos. URSS Bajo el Árbol estaba a la mitad de su presentación ante un Hilvana prácticamente lleno. Después de saludar almas despeñadas tanto de tiempos recientes como del principio de los tiempos, tratamos de ubicarnos en el lugar más cómodo posible dadas las circunstancias particulares del foro. En ese momento, mientras esperaba que terminara la banda abridora y todo tomara su lugar para lo que seguía, me agradecí a mí misma no haberme arrepentido de ir, de estar ahí y de estar dispuesta a vivir con intensidad lo que sea que me esperara.

Poder sentirlo todo en todas partes
Pasaban de las 11:15 de la noche cuando, de alguna manera, La Barranca completa fue capaz de cruzar un foro atestado para llegar hasta el escenario. El primero en subir y tomar posesión de su estación espacial fue Yann, seguido quizá por Abraham y Ernick, Jorge y finalmente El Señor: José Manuel Aguilera.

La elegida para abrir la celebración de fin de año fue El Alma Nunca Deja de Sentir, seguida inmediatamente por la canción que dio nombre a la tradición barranqueña decembrina: Flores de Invierno. Animal en Extinción se abrió paso con toda su densa intensidad, Nada Tiene Paz sonó con melancólica liquidez y El Tiempo es Olvido nos abrazó en recuerdos monocromáticos. Tras una brevísima pausa El Señor quiso dedicar El Síndrome a todas las personas que no pudieron asistir por culpa del “bicho” que sigue rondando entre nosotros, y juraría que la mayoría la cantamos con especial emoción. Yendo al Cine Solo fue presentada como una pieza del único disco solista de JM hasta la fecha, y sonó particularmente hermosa esa noche. Entre la Niebla I se dejó caer intensa justo antes del Estallido Interno y del piquete de El Alacrán, en la que por cierto sí extrañé que Alfonso André se apareciera como no queriendo la cosa para tocar, al menos, su yembé. Repentinamente nos vimos envueltos por el sonido hipnotizante de Sueño de Orquídea y lamenté que no aprovecharan las pantallas para acompañar el viaje que es esa canción con el maravilloso juego de imágenes del video que ganó el concurso. En Cada Movimiento fue presentada como una -casi- canción de cuna y me pareció muy curioso que El Señor decidiera describirla así, ya que para mí es más parecida a una despedida llena de resignación y nostalgia. Fue en ese momento cuando llegó la que, en mi opinión, fue la única sorpresa de la noche: Una Nota que Cae. Según los registros solamente la han tocado seis veces en toda la historia, la última vez en el Teatro Diana de Guadalajara en 2015. Es una canción que amo desde la primera escuchada y la percibo como una pequeña semilla para lo que después fue Astronomía (que por cierto es una de mis dos canciones favoritas entre todas las de LB). La Fuga de Rubén llegó con su deliciosa cadencia cachonda, Corcél sonó con su característico dejo de esperanza y nostalgia que se parece mucho al de Hasta el Fin del Mundo, por lo que se sintió natural escucharlas una detrás de la otra. Llegó el turno de La Rosa y antes de empezar a tocarla, José Manuel hizo una suerte de casting al pedir a los asistentes que, si se sabían la canción, la cantaran con fuerza. Al final parece que quedó satisfecho con el trabajo hecho por el público y decidió “contratarnos” como el nuevo coro oficial de La Barranca. En mi muy personal y probablemente controversial opinión, La Rosa es la única canción que sí agradecería no volver a escucharla en vivo, al menos por unos años, ya que es de esas canciones que has escuchado tanto que termina por cansarte y tienes que aguantar casi como requisito. Eso, o que la tocaran en una versión más apegada al disco. Pero eso, nuevamente, es solo mi opinión. El trámite de escuchar esa canción terminó y Como Si Fuera Tolteca fue un agradable cambio de ritmo, siempre absolutamente disfrutable de escuchar al ver lo mucho que disfrutan ellos también al tocarla. Sin duda es una de las mejores canciones instrumentales de El Señor. Máscara de Relámpago apareció para recordarnos que el corazón es incapaz de estar en paz frente al amor, para después irnos todos al mismísimo fondo de La Barranca y recordar que nadie puede salir de ahí. Tras una pausa para recuperar el aliento, José Manuel dedicó Campos de Batalla a todos sus compañeros músicos con un mensaje que mi memoria no registró con exactitud. Tras el último acorde todos se quitaron los instrumentos, bajaron del escenario y desaparecieron entre la multitud.


Sientes un gozo profundo corriendo en tus venas
Apenas regresaron al escenario e Intacta nos acarició con su letra llena de amor, de ausencia, justo como se siente esa promesa hecha hacia la persona amada que ya no está. La primera vez que la escuché fue la madrugada del 1 de mayo en un bar del centro de Morelia, cuando José Manuel se presentó acompañado solo de Abraham y Yann. Por entonces la partida de mi mami estaba muy reciente y escuchar Intacta fue al mismo tiempo demoledor y sanador. Lograr eso es un poder que solo tiene El Señor. La primera de las dos noches terminó con toda la intensidad y fuerza de Quémate Lento, que nos dejó exhaustos pero quizá no completamente satisfechos. No porque el desempeño de LB sobre el escenario hubiera dejado qué desear sino porque muchos nos hicimos la idea de que al ser conciertos especiales la selección de canciones nos daría algunas verdaderas rarezas que hace un buen rato no se escuchan en vivo. No obstante siempre es un placer -y un privilegio- ver, escuchar y sentir a La Barranca.




La segunda noche me tocó hacer el recorrido hacia el Foro Hilvana por mi cuenta, así que varias estaciones de Metrobús y un par de caminatas después me encontré en un foro un poco menos lleno que la noche anterior, sobre todo porque llegué bastante más temprano que el día anterior. No me detuve a saludar a nadie sino que fui directamente al mismo punto desde que disfruté el concierto 24 horas antes, pues descubrí que era el lugar más cómodo y con mejor visibilidad y no me importaba mucho que no estuviera de frente. Esperé un rato hasta que Ampersan salió a escena, y fue esa la razón de que eligiera llegar más temprano el segundo día pues tenía muchas ganas de verlos y disfrutar el misticismo que crean sobre el escenario. Gocé cada una de sus canciones y la espera por LB me pareció totalmente ligera y soportable.

Todo coincide por una vez
Promesaluz es probablemente el que menos he escuchado de todos los proyectos alternos/paralelos de José Manuel, tanto así que cuando la segunda noche empezó con la canción que da nombre a ese disco no la reconocí. Eventualmente la identifiqué pero apenas tuve tiempo de pensar en lo poco que la conozco, porque casi de inmediato me envolvieron los melancólicos sonidos del intro de Al Final de la Playa, canción que siempre es una deliciosa tortura escuchar. Astronomía es, para mí, una suerte de conjuro de protección y agradecimiento, quizá por eso es que me gusta tanto: es sideralmente mágica. El aire en el Hilvana se había tornado denso y cálido, nos envolvía casi con la misma sensación del calor del sol en Una Tarde en la Vida, y fue en ese momento en que caí en cuenta lo feliz y emocionado que se veía El Señor sobre el escenario, sí, quizá un poquito más que la noche anterior. Ser un Destello cayó encima con todo su peso y nos dejó solo para quedar envueltos Entre La Niebla I por segunda ocasión, sintiendo cada una de las esquirlas de luz en los acordes de las guitarras. Fue entonces que llegó uno de los momentos más intensos de la noche: El Fluir nos hizo gritar y cantar a todos los que estábamos ahí: en lo que mi campo visual permitía no vi una sola persona que quedara inmune ante su poder. Pandemónium aprovechó la energía que se mantenía en el ambiente para sonar caóticamente poderosa. Manos, por otro lado, nos dio un momento para bajar las pulsaciones y respirar justo antes de entrar a la parte más poderosa de esa segunda noche. Antes de empezar En El Fondo de tus Sueños José Manuel nos dijo que nos la debía desde el Metropolitan (simplemente porque ese día se les olvidó tocarla a pesar de estar en el setlist), así que la tocaron con especial intensidad, y así también la recibimos. Particularmente es una de mis favoritas de toda la discografía por lo que no me quedé con las ganas de cantarla y vivirla con todas mis fuerzas. La siguiente fue Flecha, que también fue ampliamente coreada por los asistentes y se sabe que es una de las favoritas generales. Intacta volvió a llenar el aire y me llevó al mismo lugar hermoso del día anterior, pero no pude quedarme ahí mucho tiempo pues Sueño de Orquídea apareció de nuevo y nos hechizó con su embriagante esencia. Indestructible apenas logró sacarnos del trance pero nos dejó demasiado rápido en el Dulce Tormento, que fue otra de las canciones que me costó mucho reconocer por ser parte de Promesaluz, pero para la que todos excepto José Manuel bajaron del escenario.
Hendrix apareció como un fantasma sobre el escenario y sobre todos los que lo invocamos esa noche, Posiblemente Imposible lo disolvió con ese sonido pesado y rasposo que me encanta del Piedad Ciudad. Unos minutos después el foro volvió a iluminarse con Máscara de Relámpago. Para este momento ya había perdido la noción del tiempo y cualquier cansancio que había empezado a sentir al inicio del concierto había desaparecido, solamente había adrenalina y felicidad en mi cuerpo. Entre todas las peticiones que fue haciendo el público desde el inicio del show hubo una que yo hice un par de veces, pues tenía muchísimas ganas de escucharla en vivo otra vez, y fue en ese preciso momento que mi deseo quedó cumplido después de una entrada en falso de El Señor, por la que tuvieron que para y volver a iniciar la canción: El Velo, que fue una de las canciones que más disfruté en estas dos noches de música. No tuve mucho tiempo para recuperarme porque inmediatamente después arrancaron La Lengua del Alma, que es otra de mis favoritas entre todas, y que también canté con todo lo que mi garganta dio. El encore de la velada llegó y yo estaba, esta vez, fascinada, extasiada y satisfecha con cada una de las canciones que se iban sucediendo.

En el fondo solo existen los comienzos
Pasaron unos minutos antes de que la banda completa regresara al escenario y al hacerlo, José Manuel nos preguntó si regresar era un mero trámite o realmente queríamos que siguieran tocando, a lo que evidentemente el público respondió que todos queríamos escuchar más. Antes de empezar a tocar mencionó que quiso incluir la canción siguiente por el motivo de habernos reunido todos para despedir el año y agradeció el poder volver a los escenarios a tocar frente a frente de quienes lo seguimos, acto seguido volvió a sonar Flores de Invierno anticipando un principio que anuncia un final, y que como mi hermano Patata me recordó, en otros tiempos ha sido presentada por El Señor como “el villancico de La Barranca”. Cuervos fue la penúltima canción de la noche, que empezaba a sentirse muy nostálgica, pero que por suerte no terminó así ya que Día Negro cerró con toda su fuerza y majestuosidad un par de conciertos que, indudablemente, quedarán guardados en la memoria de todos quienes tuvimos la fortuna de presenciarlos, quizá porque para muchos serán los últimos conciertos del año a los que asistiremos, quizá también porque son prueba de la normalidad que estamos retomando después de dos años durísimos y de una incertidumbre que, sin temor a equivocarme, nunca habíamos experimentado, normalidad que además llegó a sentirse lejanísima en algún momento para todos. Estamos, sí, adaptando el cuerpo para vivir en medio de las ruinas pero sabiendo que el movimiento es la consigna primordial.

Ya afuera la realidad nos esperaba con un viento frío pero con la paz que esta ciudad que tanto amo solo es capaz de regalarnos por la madrugada.











Foto de Manolo Patata

Foto de Manolo Patata






















Nota post edición: sí terminé de escribir esta reseña y la terminé justo cuando sonaba la última canción de la segunda vuelta del playlist que hice con todas las que tocaron en las noches del 15 y 16 de diciembre. Me encanta la sincronía y sincronía, por cierto, es algo que he experimentado en relación con La Barranca y varios acontecimientos de mi vida.

Comentarios

Artemisa La O-culta dijo…
Me hiciste recorrer los días con la mente, totalmente bien proyectado.
Liza preciosa escribes increíble 😘
Gracias por estas letras.
Mesecina dijo…
Gracias por tan brillante reseña no tuve la oportunidad de ir estoy lejos de la cdmx. Pero con cada palabra sentí que estaba ahí frente al escenario gracias.

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