Mi vida en La Barranca
La Barranca... ¿Vivir al filo o mejor dejarse ir y permanecer por siempre en el fondo? Elegí lo segundo hace ya diez años, y sé que aquí me voy a morir. Adentro.
Por alguna razón que no me interesa investigar, esta noche me dio uno de esos ataques de "barranqueísmo" [por llamarle de algún modo], de tal suerte que me fui canción tras canción, dejando que las sensaciones y memorias que me provocan se adueñaran de mí, de mi mente y de mis dedos que se pusieron a escribir tuits al respecto. No pasó mucho tiempo para que en mi timeline aparecieran respuestas, retuits, otros despeñados de esos que comparten esta ¿devoción?. Así que terminamos cantando mucho y bonito Ady y yo, luego nadamás le segui yo y he así que termino escribiendo estas líneas en mi necesidad de que salga toda esta intensidad.
Y es que en este andar por La Barranca tengo tantos recuerdos y tantas personas colectadas a través de los años, los conciertos, las coincidencias, las madrugadas y hasta los besos.
Mi primer concierto sucedió a plena luz del sol una tarde de marzo quizá, Denzura fue quien me llevó ahí y me mostró algo con un otro algo que yo no conocía, que me era nuevo y que me resultó absolutamente fascinante. "Las guitarras y el sol no se llevan" dijo el Señor Que Canta aquélla tarde antes de empezar a tocar y aunque yo estaba absolutamente de acuerdo conseguí entrar en el mood, y me quedé. Aquélla tarde, por cierto, también me enamoré de quien era entonces el bajista de la banda, fue amor a primera vista y escuchada.
Unos días después me tocó verlos en el Hard Rock, allá en Campos Elíseos. Tanta intensidad y tanta Denzura terminaron de convencerme de que yo quería estar ahí, con ellos. Y fue la primera vez que me colé a los camerinos. Me sentí toda una groupie tomando fotitos y consiguiéndo autógrafos y cazando a los otros músicos de la escena nacional que andaban por ahí. Pasaron algunos meses y más conciertos, fui conociendo personas y así, con eso, una madrugada de sábado de octubre llegué con algunas de esas personas a Guadalajara, para un concierto de LB en el Hard Rock tapatío. Nos metimos hasta al soundcheck sin pedir permiso y obviamente estuvimos en el concierto. Poca madre el momento.
Más conciertos, más discos, más momentos y, sobre todo, más personas fueron llegando a mi vida por causa de la música de La Barranca. Así pues en esos primeros años conocí, entre otros, al Master Jags, a Carlos, a Elo, a Fran, a Nohemí, a Erwing... Algunas de esas personas aún continúan en mi vida. Durante esos primeros años también conseguí, a punta de fanatismo y necedad de aparecerme por donde podía, que los integrantes del grupo me reconocieran, supieran mi nombre y quién era yo, tanto que en un concierto en el Lunario, en la víspera de mi cumpleaños número 23, Alonso tomó el micrófono y dedicó una de mis canciones favoritas y de las que más me "pegan" a mi hermano y a mí, por una situación que él sabía que habíamos vivido. Aún recuerdo la sensación en mi cuerpo mientras escuchaba Hendrix...
Era una época oscura en mi vida que casualmente coincidió con la separación temporal del grupo y el cambio de integrantes. En un principio creí que era un receso, un descanso, luego supe que guitarrista, bajista y baterista dejaban la banda. Temí por la separación definitiva pero, poco después, fue anunciado que la alineación original regresaría para darle vida a La Barranca con otro disco. Providencia es un disco luminoso que, quizá por mis circunstancias personales de aquél entonces, me fue difícil digerir, me costó adueñarme de él pero cuando lo logré lo convertí en algo así como un licor dulce que calma dolores. Para ese entonces ya también habían llegado a mi vida Javi, Adrián, Lu, Ed, Krol, Rob, Ady, Mel... aunque con algunos tenía más contacto que con otros en aquél entonces y con otros tengo más cercanía ahora que antes.
Una temporada me distancié un poco de los eventos aunque sí continuaba escuchando los discos, y como lo he repetido muchas veces, La Barranca es el único grupo/artista del que me gustan absolutamente TODAS las canciones de TODOS los discos, no hay una sola que quite del playlist y por lo mismo me es muy difícil elegir un disco favorito. Así pues llegó el momento en que ellos presentaron Piedad Ciudad. El concierto fue en el Teatro Metropolitan y cuando yo escuché las canciones en vivo ya las llevaba aprendidas y aprehendidas, bien fácil que me fue encontrarme con el disco y su esencia. Fue entonces cuando inició mi época más intensa como seguidora de la banda.
A inicios del año anterior viajé a Toluca a un concierto en compañía de alguien a quien en esos días tenía poquito de conocer pero que ahora es una de las piezas fundamentales de mi rompecabezas. En ese viaje y en ese concierto hubo una especie de reencuentro: reencuentro de mí con la intimidad del grupo y su alineación actual, y reencuentro con las personas fundamentales. A partir de ahí no falté a un solo evento relacionado con ellos, al menos no a los realizados en las cercanías. Así conocí aún a más personas estupendas: Kike, Anto, Karla, Nelson, Su, Antonio, Diana, Ismael, Nancy... Y resultó que para mitad del año se me presentó la oportunidad de estar más cerca que nunca de La Barranca: trabajando para ellos. Obviamente la tomé e hice lo necesario para quedarme con el puesto, y lo logré. He de decir que los meses que pasé trabajando con La Barranca han sido de los mejores de mi vida, no sólo por la experiencia laboral sino por el hecho de haber estado muy cerca y vivir desde dentro esa intensidad que es parte de todos y cada uno de mis días. Y aún con eso ahora que vuelvo a ser solamente fan puedo decir que también me siento feliz de volver a la música de LB por todas esas emociones y experiencias propias y ajenas contenidas en cada nota, cada letra y cada acorde.
Pero el punto clave de este texto es el hecho de que nadie que no esté dentro de, que no viva en La Barranca, comprenderá la intensidad con que esas letras acompañan la vida de cada uno, en la individualidad, en la soledad de una noche diluida por la música que sale de los audífonos, pero también en la euforia compartida enmedio de cientos de personas en un concierto que vibran igual al sonar una tras otras las melodías. Porque para mí cada canción tiene su propia estampa en mi mente, de tal suerte que El Faro me recuerda varias tardes en Acapulco hace siete años; Centella me transporta a la anécdota de una historia que aún no vivo; San Miguel me lleva allá, justamente a San Miguel de Allende, a una promesa cumplida y a la compañia en ese lugar de un fin de semana que no olvidaré; Hendrix y Atroz me hacen llorar casi de la misma manera y casi por la misma razón aunque la primera me resulta más oscura que la segunda; con Paraíso Elemental me acuerdo del verano pasado y sonrío por los días felices que fueron musicalizados con ella; con El Síndrome puedo verme en un concierto y escuchar una voz que la canta en mi oído mientras en el escenario La Barranca la cantaba para todos los demás... Así, cada canción me hace volver a lo ya vivido, imaginar las historias que vendrán o las que jamás sucederán y, al mismo tiempo, me deja percibir por sí misma la materia prima con que fue creada esa canción aunque al llegar a mí sea transformada en energía pura.
Y es que en este andar por La Barranca tengo tantos recuerdos y tantas personas colectadas a través de los años, los conciertos, las coincidencias, las madrugadas y hasta los besos.
Mi primer concierto sucedió a plena luz del sol una tarde de marzo quizá, Denzura fue quien me llevó ahí y me mostró algo con un otro algo que yo no conocía, que me era nuevo y que me resultó absolutamente fascinante. "Las guitarras y el sol no se llevan" dijo el Señor Que Canta aquélla tarde antes de empezar a tocar y aunque yo estaba absolutamente de acuerdo conseguí entrar en el mood, y me quedé. Aquélla tarde, por cierto, también me enamoré de quien era entonces el bajista de la banda, fue amor a primera vista y escuchada.
Unos días después me tocó verlos en el Hard Rock, allá en Campos Elíseos. Tanta intensidad y tanta Denzura terminaron de convencerme de que yo quería estar ahí, con ellos. Y fue la primera vez que me colé a los camerinos. Me sentí toda una groupie tomando fotitos y consiguiéndo autógrafos y cazando a los otros músicos de la escena nacional que andaban por ahí. Pasaron algunos meses y más conciertos, fui conociendo personas y así, con eso, una madrugada de sábado de octubre llegué con algunas de esas personas a Guadalajara, para un concierto de LB en el Hard Rock tapatío. Nos metimos hasta al soundcheck sin pedir permiso y obviamente estuvimos en el concierto. Poca madre el momento.
Más conciertos, más discos, más momentos y, sobre todo, más personas fueron llegando a mi vida por causa de la música de La Barranca. Así pues en esos primeros años conocí, entre otros, al Master Jags, a Carlos, a Elo, a Fran, a Nohemí, a Erwing... Algunas de esas personas aún continúan en mi vida. Durante esos primeros años también conseguí, a punta de fanatismo y necedad de aparecerme por donde podía, que los integrantes del grupo me reconocieran, supieran mi nombre y quién era yo, tanto que en un concierto en el Lunario, en la víspera de mi cumpleaños número 23, Alonso tomó el micrófono y dedicó una de mis canciones favoritas y de las que más me "pegan" a mi hermano y a mí, por una situación que él sabía que habíamos vivido. Aún recuerdo la sensación en mi cuerpo mientras escuchaba Hendrix...
Era una época oscura en mi vida que casualmente coincidió con la separación temporal del grupo y el cambio de integrantes. En un principio creí que era un receso, un descanso, luego supe que guitarrista, bajista y baterista dejaban la banda. Temí por la separación definitiva pero, poco después, fue anunciado que la alineación original regresaría para darle vida a La Barranca con otro disco. Providencia es un disco luminoso que, quizá por mis circunstancias personales de aquél entonces, me fue difícil digerir, me costó adueñarme de él pero cuando lo logré lo convertí en algo así como un licor dulce que calma dolores. Para ese entonces ya también habían llegado a mi vida Javi, Adrián, Lu, Ed, Krol, Rob, Ady, Mel... aunque con algunos tenía más contacto que con otros en aquél entonces y con otros tengo más cercanía ahora que antes.
Una temporada me distancié un poco de los eventos aunque sí continuaba escuchando los discos, y como lo he repetido muchas veces, La Barranca es el único grupo/artista del que me gustan absolutamente TODAS las canciones de TODOS los discos, no hay una sola que quite del playlist y por lo mismo me es muy difícil elegir un disco favorito. Así pues llegó el momento en que ellos presentaron Piedad Ciudad. El concierto fue en el Teatro Metropolitan y cuando yo escuché las canciones en vivo ya las llevaba aprendidas y aprehendidas, bien fácil que me fue encontrarme con el disco y su esencia. Fue entonces cuando inició mi época más intensa como seguidora de la banda.
A inicios del año anterior viajé a Toluca a un concierto en compañía de alguien a quien en esos días tenía poquito de conocer pero que ahora es una de las piezas fundamentales de mi rompecabezas. En ese viaje y en ese concierto hubo una especie de reencuentro: reencuentro de mí con la intimidad del grupo y su alineación actual, y reencuentro con las personas fundamentales. A partir de ahí no falté a un solo evento relacionado con ellos, al menos no a los realizados en las cercanías. Así conocí aún a más personas estupendas: Kike, Anto, Karla, Nelson, Su, Antonio, Diana, Ismael, Nancy... Y resultó que para mitad del año se me presentó la oportunidad de estar más cerca que nunca de La Barranca: trabajando para ellos. Obviamente la tomé e hice lo necesario para quedarme con el puesto, y lo logré. He de decir que los meses que pasé trabajando con La Barranca han sido de los mejores de mi vida, no sólo por la experiencia laboral sino por el hecho de haber estado muy cerca y vivir desde dentro esa intensidad que es parte de todos y cada uno de mis días. Y aún con eso ahora que vuelvo a ser solamente fan puedo decir que también me siento feliz de volver a la música de LB por todas esas emociones y experiencias propias y ajenas contenidas en cada nota, cada letra y cada acorde.
Pero el punto clave de este texto es el hecho de que nadie que no esté dentro de, que no viva en La Barranca, comprenderá la intensidad con que esas letras acompañan la vida de cada uno, en la individualidad, en la soledad de una noche diluida por la música que sale de los audífonos, pero también en la euforia compartida enmedio de cientos de personas en un concierto que vibran igual al sonar una tras otras las melodías. Porque para mí cada canción tiene su propia estampa en mi mente, de tal suerte que El Faro me recuerda varias tardes en Acapulco hace siete años; Centella me transporta a la anécdota de una historia que aún no vivo; San Miguel me lleva allá, justamente a San Miguel de Allende, a una promesa cumplida y a la compañia en ese lugar de un fin de semana que no olvidaré; Hendrix y Atroz me hacen llorar casi de la misma manera y casi por la misma razón aunque la primera me resulta más oscura que la segunda; con Paraíso Elemental me acuerdo del verano pasado y sonrío por los días felices que fueron musicalizados con ella; con El Síndrome puedo verme en un concierto y escuchar una voz que la canta en mi oído mientras en el escenario La Barranca la cantaba para todos los demás... Así, cada canción me hace volver a lo ya vivido, imaginar las historias que vendrán o las que jamás sucederán y, al mismo tiempo, me deja percibir por sí misma la materia prima con que fue creada esa canción aunque al llegar a mí sea transformada en energía pura.
Porque nadie puede salir de La Barranca.
Comentarios