Opinando Ando.


Como la mayoría sabrá, en el Distrito Federal se implementó hace unos años la medida de destinar un área exclusiva para mujeres en diversos medios de transporte del Sistema Colectivo. Esto a consecuencia de la gran cantidad de mujeres acosadas y violentadas sexualmente en dichos medios de transporte, sobre todo en horas pico. Mucho se ha debatido sobre si es una medida discriminatoria hacia los hombres porque no todos son acosadores, y sobre el hecho de que es únicamente un acto paliativo que no soluciona el problema de fondo, cosa que es por demás cierta, sin embargo yo sí estoy a favor de que continúe llevándose a cabo. Procedo a explicar mi caso en particular.

Tenía once años la primera vez que supe lo que era ser acosada sexualmente en un transporte público. ONCE AÑOS. Y nunca se me va a olvidar. Iba acompañada de mis papás, el metro ni siquiera iba repleto y aún así un tipo decidió tocarme y claro, yo sin saber qué onda y además apanicada, no dije nada.

Y esa no fue la única vez, claro que no. Pero al principio una está chavita, no sabe cómo reaccionar y además sucede que el miedo te paraliza. Así me ha sucedido durante todo el tiempo que he usado los transportes colectivos, como en una ocasión en que regresaba de la universidad. En aquél entonces iba en la tarde hasta la ENAP, en Xochimilco. Generalmente regresaba entre las 9 o la diez de la noche, pero cierto día salí antes y me tocó transbordar de la línea 2 a la línea 3 en la estación Hidalgo a eso de las 7 de la noche: el horror. Un tipo empezó a acercárseme demasiado y a rozar su mano en mi pierna, al principio con el pretexto de la falta de espacio pero después ya lo hacía descaradamente. Me apaniqué y en lugar de gritar o enfrentarlo traté de alejarme y al final terminé saliendo del vagón en una estación con tal de que me dejara en paz pero ¡oh sorpresa! él también se bajó, me iba siguiendo y mientras yo caminaba me decía obscenidades. Vi a un policía en el andén y me acerqué a él para decirle del tipo que me agredía y claro, apenas él vio eso corrió y salió de la estación. Así como esta han habido muchas, algunas más desagradables que otras y siempre se termina con una sensación de coraje, impotencia y miedo. Te sientes vulnerada. Después aprendes que puedes defenderte. Aprendes que el miedo puede ser vencido por el coraje, te armas de valor y enfrentas al agresor. Me ha tocado ver a tipos que terminan golpeados por varias mujeres que al ver la agresión hacia otra entran en acción. En el mejor de los casos encuentras apoyo, y si no te atreves a enfrentar para defenderte sí aprendes a llevar contigo alfileres, bolígrafos, pequeñas navajas, cualquier cosa que pueda lastimar a la persona que te agrede. Si se acerca demasiado y te ataca, entonces tú también puedes atacarlo. La violencia genera violencia y no es lo más conveniente pero no tienes muchas opciones en situaciones así.

Y todo esto viene a cuento porque ayer en el timeline de Twitter leí un "debate" entre personas que apoyan la medida de que haya un área destinada sólo para mujeres dentro de transportes como el Metro y otra persona que está en desacuerdo. Yo tenía trabajo y no le entré a opinar, pero el argumento de que esto es tan discriminatorio como el hecho de no permitir a las personas de raza negra mezclarse con los de raza blanca en transportes públicos -como sucedió durante alguna época- me parece un exceso. Partimos de la premisa de que acosar y violentar es una decisión, no una condición inherente e inalterable de la persona. Los motivos por los que se discriminaba -y sigue discriminándose- por raza nos parecen absurdos e inverosímiles a la mayoría y los consideramos errados. Ahora bien, segregar por color de piel, religión o condición social es una cuestión ideológica puesto que los motivos son subjetivos, sin embargo el segregar por sexo con el fin de evitar agresiones sexuales de un género hacia el otro es respuesta a un problema real, tangible y cotidiano.

Y como para darle un toque de realismo al tema, el día de hoy mientras venía para la oficina me tocó otro episodio de estos. Si han viajado en combis o camionetas sabrán que ello significa ir demasiado cerca de otras personas, y esta mañana aprovechando esa situación un señor, calculo que tendría más de sesenta años, decidió que era buena idea ir acariciando mi pierna durante el trayecto hacia el metro. No tenía ganas de armar un escándalo y pasar un mal rato, así que primero traté de moverme un poco y alejarme de él pero volvió a acercarse y a repetir el acto por lo que una vez que me hartó, tomé su mano, la quité de mi pierna, lo vi a la cara con todo mi coraje y lo solté. El punto es que él NO tenía derecho a tocarme de esa manera, y aquí no se trata de "hacerme respetar", se trata de que él debe respetarme de la misma manera en que yo lo respeto a él.

Cierto que no todos los hombres heterosexuales agreden a las mujeres, cierto que lo que hace falta es un cambio de mentalidad, el aprender y enseñar que se debe respetar la integridad y el cuerpo del otr@. Estoy absolutamente de acuerdo con ello, pero también sé -con los pies plantados en el mundo real- que esa labor es ardua y de resultados a largo plazo, eso en el supuesto de que realmente se trabaje en ello. Y mientras tanto ¿qué? No queda de otra que continuar con este tipo de acciones que, por lo menos, reducen las probabilidades de ser violentada.

Lo ideal es que a la par que se continúe aplicando esta medida se realicen campañas de reeducación y concientización. Las autoridades tienen que hacer una parte, los ciudadanos tenemos que hacer la otra. Nosotras como mujeres podemos hacerlo en nuestra casa, nuestro trabajo, con las personas que tenemos cerca. Los hombres que no son acosadores tienen que hacer lo propio. Y por favor, si en alguna ocasión se dan cuenta de que esta situación se está dando, no se queden observando y de brazos cruzados.

Termino con algunos enlaces con más información y opiniones al respecto:


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