De Viajes y Descensos A La Barranca
Crónica del Concierto de La Barranca en el Black Camel Bar
Toluca, Edo. de México | 2 abril 2011
Era sábado por la tarde. Estuve toda la semana contando los días para que llegara ese día. Por fin, mi jornada laboral terminó y fui libre para emprender el viaje. Primera parada: encontrarme con Ray en cierto punto de la Av. Insurgentes. Sin mayores contratiempos logré llegar aunque con diez minutos de retraso. Coincidimos, nos saludamos y platicamos. Me contó sobre su pequeña odisea del día y, justamente por ella, hubo que hacer una parada estratégica en su casa para recoger algunas cosas. La lluvia amenazaba. Segunda parada: Una vez con lo necesario para el viaje en la maleta y gasolina en el tanque del auto emprendimos la huída de la ciudad sin piedad. Los dioses fueron benévolos: logramos dejar el Distrito Federal sin mayores complicaciones y a las seis de la tarde ya recorríamos la autopista que lleva a Toluca acompañados, claro está, por buena música. Por si fuera poco, nos fue regalado el sol de un hermoso atardecer en aquella carretera en medio del bosque... [No hay que dejar que muera la tarde, no hay que dejar pasar un sol así].
Yo, como mujer precavida, llevaba un mapita con la ruta que debíamos transitar para encontrar al final del camino el Black Camel Bar. Cosa por demás sencilla, tanto así, que a las siete de la noche pasamos frente a la entrada del lugar y saludamos a mi hermano que ya estaba ahí. Tercera parada: Con la confianza de haber llegado temprano comenzamos la búsqueda de hospedaje y, por un pequeño error de navegación [un mapa sentimental cartografiado por error, ¿quizá?] terminamos perdidos cerca de la salida a Metepec. Casi una hora después logramos regresar al punto de origen y nos registramos en la última habitación de un pequeño pero lindo hotel del centro de la ciudad toluqueña. Dejamos el equipaje y nos alistamos para salir. Buscamos el estacionamiento que nos fue indicado en la recepción y ante nuestro fracaso para encontrarlo terminamos por dejar el coche en el estacionamiento del bar. Eran casi las nueve cuando llegamos por fin. Saludé a los amigos y presenté a Ray con ellos. Gracias a mi hermano no hubo necesidad de formarnos. Comenzó el acceso y al entrar resultó que mi reservación no había quedado registrada, y por si fuera poco, yo había olvidado mi identificación. Quién sabe cómo y quién sabe por qué eso no representó problema alguno y cuando menos pensamos ya estábamos en el interior del lugar, a escaso metro y medio del pequeño escenario. A esperar. Momento ideal para tomar esas fotos que quedan como pruebas fidedignas de los felices encuentros con personas entrañables.
El tiempo se disolvió rápido entre conversaciones agradables y cantando canciones. La banda abridora tomó el escenario y, si de cualquier manera debía presenciarlo, decidí disfrutar el momento. No recuerdo su nombre, pero no me desagradaron. Quizá media hora se nos fue entre canciones desconocidas hasta que el escenario quedó libre y el staff comenzó a preparar las cosas para lo que seguía. Nosotros seguíamos cantando y esperando. Y en el momento menos pensado, aparecieron... Fuimos lanzados al desfiladero.
LA ƂAЯRAИCA estaba ahí, por fin, frente a mí, frente a nosotros, todos. Instrumentos en mano. La música surgió.
El primero en aparecer fue el Animal En Extinción. Yo ni siquiera intenté contenerme, decidí que esa noche los dejaría entrar por completo en mi interior. Y lo hice. Desde la primera canción. Y es que la compañía era la indicada, perfecta como la noche. Sé exactamente qué canciones tocaron pero no sé el orden; sólo recuerdo con precisión la primera y la última, sin embargo sí recuerdo que, aunque fue dedicada a otra persona, Estallido Interno fue la primera que me rompió, y que quien estaba conmigo me sostuvo. Aparecieron de a poco El Alacrán, Reptil y Sombras Chinas. Cuando llegó Día Negro, sorpresivamente pronto, me levanté del asiento y canté con todo lo que mis pulmones dieron. Cantamos. Dejé fluir la adrenalina por mi cuerpo y me olvidé de que había otras personas además de quién estaba junto a mí. Lo mejor de todo es que fue mutuo. Cada canción me iba llevando a un estado de euforia y felicidad más profundo. Sé que estuvieron presentes La Lengua del Alma, Indestructible, Flecha y La Visión. Cuando la noche se volvió Zafiro recordé a Rita, inevitablemente. Luego El Fluir y Viento Rojo. O quizá ellas antes que las demás, ¿cómo saberlo?. En todo caso, tampoco importa mucho. Atroz me dolió extraña e increíblemente menos de lo que esperaba. Supongo que a fin de cuentas, las heridas sí sanan. Posiblemente Imposible me hizo sentir escalofríos, es una de mis favoritas del disco, pero cuando apareció El Síndrome... perdí completamente la noción de realidad... recuerdo que él la cantaba frente a mí, recuerdo la imagen difusa, mientras él cantaba también, pero cerquita de mi oído... Si conocen la canción podrán siquiera imaginar lo que aquéllo fue para mí. Intenso. Pasaron quizá Anzuelo y Ala de Cuervo; pude recuperarme un poco, volver a pisar la tierra, pero no por mucho tiempo... Lo más fuerte aún estaba por venir. Hasta el Fin del Mundo fue para la pequeña Lu para su cumpleaños, eso sí que lo recuerdo, pero apenas inició la canción volví a perderme... siempre me ha movido ella, desde que la escuché por primera vez. Al Corcél lo compartimos, y lo sentí taaaaan diferente ésta vez... No fue el mismo, ni me llevó al mismo lugar. En el Fondo de tus Sueños estuvo magnífica, no la recuerdo a consciencia pero sí recuerdo que fue una de las que más disfruté. Yo me pasé el concierto pidiendo Ser un Destello pero cuando me fue concedido el deseo no estaba ni remotamente preparada. Recuerdo perfectamente aquélla primera vez que la escuché en el acústico del Museo del Chopo, cuando ni siquiera tenía ese nombre y era un esbozo de lo que llegó a ser. Yo no sabía entonces lo que, años después, esa canción iba a provocar en mí. Éxtasis total y absoluto. Y no en solitario. Éxtasis demoledor, de ese que te deja en plena satisfacción y sin capacidad de moverte o razonar. Pero tuve que reaccionar. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para ponerme de pie y agradecerles todo lo que me habían dado... nos habían dado...
Mis neuronas volvieron a crear conexiones y por fin, de alguna manera, volví a la realidad. Sonrisas, comentarios, abrazos, despedidas. Salimos y la madrugada de Toluca nos abrazó. Hubo que llevar a mi hermano y a Tere a casa de ella, a 5 minutos del bar. Esperamos, y luego nos despedimos. Íbamos ya Ray y yo a guardarnos para dormir cuando, mejor, decidimos regresar al Black Camel. Quizá tendríamos suerte. Quizá aún los encontraríamos. Decisión acertada. Ahí estaban, y nos recibieron maravillosamente. Platicamos, nos abrazamos, agradecimos. Tomamos fotos, muchas. Se dijeron palabras que se quedarán en la memoria y el alma, para siempre.
Y por fin, volvimos a despedirnos. Y volvimos a salir. La noche era fresca, tranquila. Todos dormían y nosotros, sólo nosotros, caminamos por los Portales, cantando Malecón. Llegamos al hotel. Cansados. Felices. En un punto difuso perdimos el habla. Eran ya casi las cinco de la mañana. Dormimos. Me despertó la luz de las nueve de la mañana y me sentía increíblemente descansada. Cada uno se ocupó de sus cosas y una vez listos salimos a los rayos del sol. Caminamos por el centro, por los Portales ahora llenos de gente, de ruido. Disfrutamos el paisaje y emprendimos el regreso. Nos detuvimos en la carretera para almorzar, muy rico y rodeados de bosque, de silencio, de tranquilidad. El aroma del aire me tenía fascinada. Olía a pinos, a frescura, a lo que nunca huele aquí. Y una hora después volvíamos a recorrer en zig-zag el camino al corazón de la ciudad. Llegamos a casa pasadas las cuatro de la tarde, acalorados y cansados, pero aún felices. Todavía nos dimos el gusto de comer juntos antes de dar por terminado el fin de semana y de aceptar que la realidad estaba por imponerse. Yo de hecho aún no la dejo entrar por completo. No podía hacerlo antes dar por concluido con éstas líneas este viaje al fondo de La Barranca...
Comentarios