De cómo hay realidades que superan a los sueños.
Crónica de la visita de Tarja a México. 4 y 5 Marzo 2011.
Ciudad de México - Guadalajara
Originalmente esta historia tenía otro comienzo. Uno que empezó a escribirse bajo el tibio sol de una mañana de domingo en Guadalajara. Esa mañana yo bebía un café, había una hoja de papel sobre la barra frente al ventanal y una pluma en mi mano derecha; intentaba mantener los pies sobre la tierra y la mente clara después de lo que viví durante los dos días anteriores... Miraba hacia el punto exacto en que apenas hacía unas horas había estado frente a ella cuando bajó del avión. Escribía por momentos. Mis ojos se humedecían al recordar lo vivido...
Diría que todo empezó el viernes 4 de marzo por la mañana pero no fue así. Todo comenzó aproximadamente seis meses antes. Surgían ideas, planes, ilusiones. Todo compartido con personas que tienen más o menos la misma devoción por ella. Estrategias y negociaciones. Visitas a cierta embajada. Diálogo con promotores. Cotizar servicios, planear itinerarios. Todo ocurría demasiado rápido y aunque los planes avanzaban y tomaban forma no los veía materializarse por completo. Luego el temor. Temor de que no sucediera, de que no llegara. Verdadera angustia al ver fechas programadas sin obtener respuesta alguna. Y cuando al fin el número 4 se dibujó ante mí, literalmente grité de alegría. Después las posibilidades del 5 vinieron a dibujar una enorme sonrisa en mi rostro. Certeza por uno, duda por el otro. Decisiones impulsivas, como casi siempre son las mías. Compra de boletos, de muchos boletos, de boletos para entrar, de boletos para viajar. Los planes trazados se desdibujaron pero había un consuelo: estaría aquí y yo frente a ella.
Asuntos totalmente mundanos debían ser atendidos y concluidos antes de que llegara la fecha. Compras, pedidos, entregas, reuniones, emociones compartidas. Trabajo. Ansiedad, impaciencia. Enfermedad. Insomnio. Falta de apetito. La última semana fue realmente frenética, desgastante. Aún me sorprende haber sobrevivido en tan buenas condiciones sabiendo que prácticamente no ingerí alimento durante varios días. El reflejo de mi cara en el espejo y en los ojos de otras personas fue deplorable un par de días. El martes y miércoles de esa semana fueron verdaderamente horribles, pero me mantenía en pie una idea: Ella ya estaba aquí.
Y una mañana al despertar el calendario ya dibujaba un 4. Y las cosas empezaron a no salir como estaban planeadas. La desesperación amenazaba con instalarse en mí pero yo luchaba por no dejarla. Parecía que alguien estaba jugándome bromas pesadas. Tuve el tino de reirme de mí misma y seguir adelante como sea que fuera. Llegar por fin al Circo Volador. Ver tantas caras conocidas ya esperando ahí. Abrazos, miradas, risas. Tanta adrenalina. Filas. Espera. Impaciencia. Horas que pasaban lento pero que al final se fueron muy rápido. Boca seca. Urgencia de beber algo para no desfallecer justo en el último minuto antes del momento clave. Agua que me pareció la más deliciosa jamás bebida. Segundos que se arrastraban demasiado lento. Un estallido cuando menos lo esperaba mientras las luces se apagaban...
Surgió la música pero no había nadie sobre el escenario, nadie detrás de la manta inmensa con su rostro impreso en ella, tal y como el arte de su disco la muestra. Expectación. Sólo estaba en el aire If You Believe. Y el cansancio y el dolor del cuerpo desaparecieron tras un disparo de adrenalina al verla aparecer tras aquella manta -que no cayó sino casi hasta el final de la canción- para cantar lo que yo más esperaba escuchar: You'll never know what it feels like to shine, you're a master in your own mind but a slave to all... You are a Dark Star! Grité. Mucho. ¿De verdad ya estaba ahí? ¿Realmente estaba sucediendo ya? Sí. Me fue confirmado con My Little Phoenix: You've got to get close to the flames to see what it's made of. You've got to get close to the flames to see what you are made of... Esa canción me ayudó a salir del episodio de depresion más horrible que he experimentado, y por eso no miento ni exagero cuando digo que ella me salvó la vida. Literalmente. Escuché la canción por tercera vez así, viéndola frente a mí. Y me pareció acaso más hermosa, y sonreí al pensar que ahora sé que sí, que tuve que acercarme a las llamas para saber de qué estoy hecha. Y sobreviví. Y soy más fuerte que ellas. Pero mientras yo tenía ese pequeño diálogo silencioso conmigo misma, ella me golpeó con The Crying Moon. Yo no la esperaba. Quizá nadie la esperaba. Fue impactante escucharla en vivo. Escucharla desde el disco te aplasta: es una canción fuerte, poderosa, muy suya. Escucharla en directo fue sencillamente demoledor... Take all your black arrows, they can not harm no more... Yo intentaba recuperar el aliento mientras ella nos regalaba I Walk Alone que -si puedo decirlo- es algo así como su grito de guerra, la canción con la que dejó de ser la ex-Nightwish. Y aún más allá de eso, es la canción que sirve como insignia a quienes nos integramos a las filas del Winter Storm: I walk alone, every step I take I walk alone; my Winter Storm holding me awake, it's never gone when I walk alone... Y nos vio, a todos nosotros, sí, lo hizo. Falling Awake nos volvió a golpear con los riffs y con ella cantando con tanta energía, ella lo dijo: es una de las canciones del disco que más disfruta cantar. Lo demostró. There is no returning to that emptiness, loneliness. The dream that lives inside of me won’t fade away, it’s wide awake... Yo estaba aturdida, quizá por el calor, por la sed, quizá por tantas emociones al mismo tiempo. Fue por eso que cuando ella presentó la canción siguiente yo no entendí. Nada. Y después la canción. Nunca fui fan de Soda Stereo. No conozco la mayoría de sus canciones. Así pues, Signos pasó casi desapercibida para mí en ese momento. Luego otro cambio. Dejó el escenario en manos de Mike "Monkey" Terrana. Él se instaló en su batería y se veía imponente. Silencio. Un solo de batería impresionante. Lo miraba casi sin parpadear mientras pensaba en lo mucho que le gustaría a mi hermano ver semejante espectáculo. Mr. Terrana no dejaba de interactuar con nosotros, con el público. Nos regaló su interpretación de William Tell Overture. Agasajo. Casi sin que me diera cuenta se integró el resto de la banda. Un maravilloso jam de los músicos precedió su regreso al escenario ahora envuelta en un sexy atuendo blanco y negro. Hipnotizante. Little lies, only to entertain... the message is the same for those who believe! Y de la euforia me llevó súbitamente a las lágrimas. Underneath es una de las canciones más hermosas que he escuchado jamás, y ella cantando frente a mí, su rostro contraído por las emociones que le provoca interpretarla... Something inside of me, invisible, turning the fragile unbreakable... Me superó. Fue demasiado. Sentí que mi alma, o lo que sea que está dentro de mí, se llenaba de luz cálida. Me sentí invencible. Stargazers me devolvió a aquella realidad de ensueño. No creí escuchar esa canción en vivo alguna vez, no desde que dejara Nightwish. Lo agradecí, pero al mismo tiempo tuve una sensación extraña. Dejó el escenario otra vez y todo se movió. Aparecieron sillas, instrumentos acústicos y un teclado. Cada miembro de la banda tomó su lugar. Max en el extremo izquierdo con su chelo. Christian a su lado también con un chelo. Luego el teclado, vacío. Ella estaba al centro, hasta el fondo del escenario. Junto a ella Julian y Doug con guitarras acústicas. Justo frente a mí, a un par de metros, Mike con un yembé. Expectación es lo que flotaba en el aire. Gritos cuando Higher Than Hope apareció. Mágico. Tampoco creí escucharla alguna vez en mi vida, en directo, en su voz. Minor Heaven nunca me enamoró, nunca sentí una conexión realmente especial con la canción pero amé escucharla mientras ella misma tocaba el teclado. Light a way for me to walk on from the ashes to the sky. Burn the thorns so I can hold on... Casi lo mismo me pasó con The Archive of Lost Dreams, sin embargo de esta sí descubrí el sentido una tarde en que me sentí sola, totalmente sola en el mundo: See, hear and feel the miracle of life. Believe the signs and trust you'll stay alive, descend to find the depth of your heart... Fue hermoso escucharla, también mientras la tocaba en el teclado. Otra vez mucho movimiento. El escenario quedó libre otra vez y cada uno tomó su lugar, excepto ella, que no apareció sino hasta que Ciaran's Well estaba en su esplendor. Una de mis favoritas, y eso que aún no imaginaba lo que me esperaba respecto a esa canción al día siguiente. For years she prayed, the saints would cast a spell for the forest to let her go... Gritaba. Dejé fluir la euforia que había estado conteniendo aún. Por si no hubiera bastado con eso, In For a Kill terminó de desquiciarme, a mí y a muchos de los que estaban a mi al rededor con ese toque oscuro y perverso: Far from their eyes, under black water there is no halo, only the hunger... And you're in for a kill! Mientras cantaba se acercó a la orilla del escenario, y sucedió lo que imaginé que pasaría: usó las escalerillas para bajar y cantar ni más ni menos que frente a la valla, frente a nosotros. Recorrió el pequeño espacio de un extremo al otro, sin dejar de cantar y recibiendo cualquier cantidad de obsequios. Fui comprimida en la euforia de los demás por acercarse lo más posible a ella. Regresó al escenario. Uf... ¿cómo me sostenía yo en pie? No tengo idea. Apenas y logré recuperarme un poco de lo que acababa de suceder en esos minutos en que escenario quedó vacío. Claro, no sabía lo que me esperaba: una peculiar mezcla de Where Were You Last Night, Heaven Is a Place on Earth y Living on a Prayer. Sí, así: juntas. La Locura.Y a partir de ahí ya no nos dejó ir. No nos soltó. Nos dejó en la cima. Die Alive fue revitalizante: No more fate and no more mystery, even as time falls away I live my days, every moment and its memory, not only to survive, to die alive. ¿Queríamos más? ¡Pues claro que sí! Until My Last Breath rompió la noche. Así de simple. Now it’s vanishing... everything... What we might have been? Only now your prays call my name, but you won’t see again! Y mi voz se unió a las voces del resto de los asistentes, hicimos nuestra parte en el coro. Ella terminó la canción con esos suspiros que hacen que se erize la piel... Pero entonces... se despidió. Todos se despidieron al frente del escenario. Desaparecieron. Nadie del público se movía. NO. QUERÍAMOS MÁS. NECESITÁBAMOS MÁS. Al coro de Wishmaster, Wishmaster ellos aparecieron de nuevo. LO LOGRAMOS. Nos la regalaron, aún sin tenerla prevista, y lo puedo asegurar porque tuve el setlist en mis manos. Ya había podido escucharla en vivo, con ella, pero fue impactante repetir la experiencia. Y se acabó la canción. Volvieron a despedirse, a agradecer. Empezaron a llover los preciados objetos que se vuelven trofeos al terminar un concierto: plumillas, baquetas, botellas de agua... No fui afortunada. Desaparecieron, esta vez para no regresar. Las luces se encendieron mientras en el aire flotaba Naiad.



La gente empezó a salir. Todos, menos las personas que estábamos justo al frente. Nosotros debíamos permanecer ahí porque aún nos faltaba un momento fuerte, rompemadres. Mientras se nos indicaba el cómo y dónde aprovechamos para las fotos del recuerdo, los abrazos de complicidad, de inmensa felicidad. De un momento a otro nos llevaron a la parte superior del lugar, nos sentamos a las gradas y nos dedicamos a esperar. Era momento de entrevistarnos personalmente con ella.
Tenía el número 37. Pasaron 36 personas antes de mí. Todos con la misma sensación en el interior. Y llegó mi turno. Por alguna razón, en el instante de caminar a su encuentro me insensibilicé. No sentía. O al menos no recuerdo que sentía al caminar. La situación era casi idéntica a la primera vez que la vi, que estuve con ella, pero en esa ocasión sí recuerdo haber sentido. Ahora no. Sólo caminé. Tarja estaba ahí, esperándome. Me senté junto a ella, la saludé, besé su mejilla y la abracé. Sus ojos quedaron, literalmente, a unos cuantos centímetros de mí. Fue cuando volví a sentir. Fue como mirar a través de agua cristalina. Ella me miraba directamente a los ojos y yo no podía despegar la vista de los suyos. Verdes. Transparentes. Luminosos. Hoy recuerdo que en alguna ocasión creé una pequeña imagen a la que agregué un texto: "My soul finds serenity only in her eyes". En aquél entonces no había tenido sus ojos tan cerca y aún así, no estaba equivocada. Ahora es una certeza. Ninguna otra mirada me ha causado la sensación aquella. Quedé absolutamente impactada, aturdida. Sí articulé algunas frases pero nada inteligente. Sólo recuerdo haberle dicho que es la razón por la que estoy viva, literalmente. Le di a firmar mi disco y luego nos tomaron una foto juntas. Tenía que despedirme. Antes de decirle gracias y adiós pronuncié un "I'll be tomorrow in Guadalajara, I'll see you there" y sonreí como estúpida. Ella me miró otra vez y preguntó "Really?" y respondí que sí. "That's wonderful, thanks!" y me sonrió, así como ella sonríe: dulce, apacible. La abracé y besé otra vez como despedida y me levanté.
Caminé por inercia hacia donde alguien me indicó. Subí escaleras. Ahí estaban gran parte de mis amigos, los que ya habían pasado por la experiencia, algunos tan confundidos como yo. Necesitaba respirar. Necesitaba convencerme de que había sido realidad. Necesitaba que mi cuerpo reaccionara y mi mente se aclarara. Me aparté un momento hasta que mi presencia fue requerida para ajustar detalles de un encuentro grupal con ella. Espera, indicaciones, comentarios. Un encuentro afortunado y una conversación agradable con el señor Cabuli, su marido, al que un tiempo creí detestar pero a quien ahora agradezco el que la haga tan feliz. Luego malas noticias: el encuentro grupal no se daría. Desilución y resignación. Cuando salimos del lugar la explanada estaba casi vacía, sólo quedaban unas cuantas personas. Ahí estaba él, y lo abracé y me abrazó como nunca antes nos habíamos abrazado. Y conversamos un rato, todos, unos con otros. Llegó la hora de despedirse para descansar un rato. Fui al hotel donde las chicas se quedaban, me dieron asilo. Lo agradezco infinitamente. Descansé, no dormí. Estaba demasiado eufórica y con muchas emociones fluyendo en mi interior, y por si eso fuera poco, estaba a unas horas de enfrentar un gran reto.
Caminé por inercia hacia donde alguien me indicó. Subí escaleras. Ahí estaban gran parte de mis amigos, los que ya habían pasado por la experiencia, algunos tan confundidos como yo. Necesitaba respirar. Necesitaba convencerme de que había sido realidad. Necesitaba que mi cuerpo reaccionara y mi mente se aclarara. Me aparté un momento hasta que mi presencia fue requerida para ajustar detalles de un encuentro grupal con ella. Espera, indicaciones, comentarios. Un encuentro afortunado y una conversación agradable con el señor Cabuli, su marido, al que un tiempo creí detestar pero a quien ahora agradezco el que la haga tan feliz. Luego malas noticias: el encuentro grupal no se daría. Desilución y resignación. Cuando salimos del lugar la explanada estaba casi vacía, sólo quedaban unas cuantas personas. Ahí estaba él, y lo abracé y me abrazó como nunca antes nos habíamos abrazado. Y conversamos un rato, todos, unos con otros. Llegó la hora de despedirse para descansar un rato. Fui al hotel donde las chicas se quedaban, me dieron asilo. Lo agradezco infinitamente. Descansé, no dormí. Estaba demasiado eufórica y con muchas emociones fluyendo en mi interior, y por si eso fuera poco, estaba a unas horas de enfrentar un gran reto.
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Dieron las 5 am. Me levanté. Tenía frío y sueño. Hubiera deseado quedarme a dormir hasta tarde. En lugar de eso me di un baño rápido, me vestí y maquillé, todo casi a oscuras, sólo utilizando la luz de la linterna de mi Nokia para no despertar a las chicas. Empaqué mis cosas, desconecté el cargador del celular y la cámara y puse todo en la maleta. Salí de la habitación sin hacer ruido. Cerré la puerta desde fuera y me quedé quieta un minuto. El aire fresco de la madrugada calmó un poco mi ansiedad así que respiré profundo un par de veces antes de emprender el largo camino. Salí del hotel y busqué un taxi. El trayecto del hotel en la colonia Jamaica al aeropuerto de la Ciudad de México se recorre en unos veinte minutos a esa hora. Llegué a la puerta 6. Puesto que ya llevaba impreso mi pase de abordar únicamente me acerqué al mostrador de Volaris para que mi equipaje de mano fuera etiquetado como "Seguro". Sólo restaba esperar. Dieron las 6:30 am y me acerqué a la puerta de Salidas. Mostré mi pase, entré, mi equipaje fue revisado al igual que yo y obtuve acceso a la sala A-12. De nuevo a esperar. Breves minutos pasaron y en el altavoz se dio la instrucción de que abordáramos quienes teníamos pase impreso por internet. Fui la quinta persona en abordar el avión 'Isabel' de Volaris. Encontré mi asiento: 24F, justo hasta atrás, con ventanilla. Para mi suerte, casi la mitad del avión se llenó con luchadores, quizá iban a una convención o algo así. No era un panorama muy tranquilizador para el primer viaje en avión de mi vida. El sol había salido ya pero la luz aún cambiaba desde el rojo al naranja. A las 7:02 inició el despegue. Traté de relajarme y practiqué los ejercicios de respiración que tanto me han servido. Funcionaron. Fue toda una experiencia, agradable experiencia. Ver por la ventanilla cómo todo se quedaba en la tierra mientras el avión se elevaba me causó una sensación desconocida. Sentir los movimientos, los giros, ver el horizonte... todo eso hizo que mi cerebro se desorientara y me obligó a quedarme quieta en el asiento hasta que todo se estabilizó y entonces sólo parecía que nos deslizábamos. Me encantó ver la ciudad con una ligera capa de nubes bajo el sol de las siete de la mañana. Ver cómo cambiaba el paisaje. Ver el horizonte desde esa altura por primera vez en mi vida fue inigualable. Deseé compartir con alguien las impresiones de lo que veía pero no, no estaba ahí. Volteé la vista hacia el interior y sólo veía enormes hombres leyendo periódicos o durmiendo. Decidí seguir en mi propio mundo. Cerré los ojos y traté de descansar un poco. Casi me hubiera quedado dormida de no ser porque, mucho más rápido de lo que pensé, se nos indicó que debíamos acomodar los asientos y los cinturones porque iniciaba el descenso. Tenía un poco de curiosidad ya que creí que sería más "divertido" que el despegue pero, al contrario, fue mucho más suave. Fui de los primeros en bajar del avión por una escalerilla que se sacudía endemoniadamente, colocada en la salida posterior. Subí a un bus que nos llevó hasta la terminal del aeropuerto y entré a la sala. Sonreí por lo satisfecha que me sentía de haber enfrentado esa prueba y haber salido victoriosa. (Sí, durante muchos años de mi vida hacer lo que hice hubiera sido imposible a causa de mi agorafobia, por ello me sentía tan orgullosa de mí). Volví a sentirme invencible. En eso estaba cuando me encontré con Annie que había llegado apenas minutos antes en otro vuelo. Le dije que yo quería esperar un par de horas por si acaso la veía llegar a ella, ojalá acercarme de nuevo. Estuvo de acuerdo y nos hicimos compañía. A partir de ese momento revisábamos frenética y ansiosamene horario de llegadas de los vuelos y hacíamos suposiciones sobre cómo y en qué momento podría llegar. Sin duda fue uno de los momentos más geniales del viaje. Su papá, tan gentil él, se fue hasta el Teatro con nuestros boletos para guardar nuestro lugar mientras nos quedábamos de cacería. Y pasaron las horas. Aproveché para intentar comer la dona que me dieron en el avión y un poco de fruta que compré. No pude acabarme nada por la ansiedad. Y pasaron más horas. Cuando estábamos a punto de rendirnos y emprender camino rumbo a Zapopan, así, como un destello, Annie supo gracias a Doug que llegarían en el próximo vuelo. La incertidumbre se volvió impaciencia, emoción. LA VERÍAMOS. Como nada sucede fortuitamente, pasó que conocimos a Rodri. Él se acercó a nosotras junto con Ady, su novia. Éramos demasiado obvias y notaron que estabamos ahí esperándola a ella. Se portó genial, nos instruyó en la manera más adecuada y eficiente de acosar artistas en ese aeropuerto y en general, nos hicimos compañía el resto de la espera. Hasta que llegó el momento. Nos acercamos a la puerta, tratando de pasar desapercibidos para que no nos evitaran el llegar hasta ella. El primero en aparecer fue Max, luego Doug y el resto de la banda. Ver salir a Tarja, acompañada de Marcelo, por la puerta de llegadas fue un shock. Hubiera podido correr hacia ella como histérica pero logré anclarme al piso y seguir las indicaciones de Rodri. Esperamos a que llegaran a la parte exterior, donde los esperaban las camionetas, para acercarnos a ella. Annie primero, para que firmara su credencial. Mientras lo hacía de mi boca salió algo como "Hi Tarja! I told you I would be here today". Ahora que lo pienso pudo sonar un poco escalofriante pero ella lo interpretó de manera correcta, me miró a través de los lentes oscuros y sonrió mientras dijo que era muy dulce. Me derretí. Temblaba no sólo de las manos. Le pedí una foto y Annie la tomó. Yo tomé la de ella. Volví a estar tan cerca... la sentí un tanto seria, cansada más bien. Y aún así ahí estaba, soportando al par de fans locas que no se conformaron con verla una sola vez y viajaron cientos de kilòmetros para repetir la experiencia. Con un "see u tonight" la dejamos tranquila. Rodri y Ady ya también habían estado con ella. Procedimos al acoso del resto de la banda. Primero Mike, que es tan genial y tan gracioso. Conversamos con èl, nos tomamos fotos y entonces fuimos con Doug. Entre el saludo y la foto él me dijo "yeah... you were there last night, you were at first row, weren't you?" UF... Me quedé helada. Respondí que sí. Fue el más amable de todos! Se rio cuando Annie trató de tomarme una foto con él y no podía ya que su mano temblaba cual gelatina! Nos despedimos de él y fuimos tras Max, que es enoooooorme. Annie se veía tan graciosa a su lado! Conseguimos fotos y luego ya no alcanzamos a saludar a Christian ni a Julian. Nos hicimos a un lado y vimos cómo subían a las camionetas y se iban. Nos miramos y casi gritamos eufóricas: ¡estuvimos ahí, en el centro de todo y de todos, con ella, otra vez, en menos de 24 horas!. No. No es algo que se repita fácilmente.
Una vez cumplido nuestro primer objetivo emprendimos el camino a Zapopan bajo un sol inclemente. El trayecto fue largo y creo que me quedé dormida por algunos minutos mientras íbamos en el camión. El calor no ayudaba y la adrenalina ya no era suficiente para que mi cuerpo ignorara el cansancio. Hubo que hacer una parada estratégica en una plaza comercial para comer y beber algo antes de enfrentarnos a la siguiente parte, igual o más intensa que lo vivido hasta entonces. Otra vez comida que nadie se acabó. El descanso en un lugar fresco en lugar de revitalizarme se llevó casi toda la energía que me quedaba. Caminamos rumbo al Teatro Estudio Cavaret envueltos por una tarde fresca, ya sin sol. Llegar. Demasiada gente formada. Esta vez no había caras conocidas. Buscamos nuestro lugar en la fila de acuerdo al número del brazalete. Por un par de horas mi brazo izquierdo ostentó orgulloso dos brazaletes amarillos con el logotipo de Dilemma y dos números diferentes: el 37 para el Circo Volador y el 15 para el Teatro Estudio Cavaret. Lamento no haber tomado una foto de ello. Ni diez minutos pasaron desde que llegamos cuando el acceso el lugar comenzó. Tristemente el brazalete era arrancado. Por poco pierdo también el del Circo pero luché y logré conservarlo. Correr para lograr el mejor lugar posible. Sí, en valla. Sí, otra vez justo frente a Doug. Después de colocar la manta de Winter Storm Mexico sobre la valla teníamos poco qué hacer más que esperar, desesperadas. Entablamos conversación con el chico que estaa junto a mí. Luchábamos por no dejar que nadie se metiera y nos empujara al extremo de la valla. Trataba de ubicar a alguien conocido. Distinguí de lejos a Sandra Rede. Deseé ir a abrazarla pero eso me haría perder mi lugar así que, egoístamente, no lo hice. Estudiamos el lugar: mucho más pequeño que el Circo Volador. Sin escalera frente al escenario, así que no bajaría. Más alto pero más cerca de la valla. La manta traslúcida otra vez lo cubría todo. Las 8:00... Las 8:10... Las 8:20... Las 8:22... Las 8:26... Las 8:29...
Una vez cumplido nuestro primer objetivo emprendimos el camino a Zapopan bajo un sol inclemente. El trayecto fue largo y creo que me quedé dormida por algunos minutos mientras íbamos en el camión. El calor no ayudaba y la adrenalina ya no era suficiente para que mi cuerpo ignorara el cansancio. Hubo que hacer una parada estratégica en una plaza comercial para comer y beber algo antes de enfrentarnos a la siguiente parte, igual o más intensa que lo vivido hasta entonces. Otra vez comida que nadie se acabó. El descanso en un lugar fresco en lugar de revitalizarme se llevó casi toda la energía que me quedaba. Caminamos rumbo al Teatro Estudio Cavaret envueltos por una tarde fresca, ya sin sol. Llegar. Demasiada gente formada. Esta vez no había caras conocidas. Buscamos nuestro lugar en la fila de acuerdo al número del brazalete. Por un par de horas mi brazo izquierdo ostentó orgulloso dos brazaletes amarillos con el logotipo de Dilemma y dos números diferentes: el 37 para el Circo Volador y el 15 para el Teatro Estudio Cavaret. Lamento no haber tomado una foto de ello. Ni diez minutos pasaron desde que llegamos cuando el acceso el lugar comenzó. Tristemente el brazalete era arrancado. Por poco pierdo también el del Circo pero luché y logré conservarlo. Correr para lograr el mejor lugar posible. Sí, en valla. Sí, otra vez justo frente a Doug. Después de colocar la manta de Winter Storm Mexico sobre la valla teníamos poco qué hacer más que esperar, desesperadas. Entablamos conversación con el chico que estaa junto a mí. Luchábamos por no dejar que nadie se metiera y nos empujara al extremo de la valla. Trataba de ubicar a alguien conocido. Distinguí de lejos a Sandra Rede. Deseé ir a abrazarla pero eso me haría perder mi lugar así que, egoístamente, no lo hice. Estudiamos el lugar: mucho más pequeño que el Circo Volador. Sin escalera frente al escenario, así que no bajaría. Más alto pero más cerca de la valla. La manta traslúcida otra vez lo cubría todo. Las 8:00... Las 8:10... Las 8:20... Las 8:22... Las 8:26... Las 8:29...
If you Believe volvió a impregnar el ambiente, dulce. Yo, por alguna razón, me sientía más emocionada, quizá me contagié de la energía que se sentía en el lugar. Y no fue mi imaginación: Annie también la sintió. Era mayor que la de la noche anterior. Las canciones empezaron a sucederse unas tras otras, más o menos en el mismo orden. Yo no las viví igual: las disfruté más. Mucho más. Dejé un poquito de mi voz en cada una de ellas. Dark Star y My Little Phoenix precedieron a I Feel Immortal, que el día anterior no cantó, y yo amé escucharla en vivo. Whenever I wake up I'm lost and always afraid, it's never the same place, I close my eyes to scape of the walls around me... Recordé por un momento aquélla mañana en que vi el hermoso video apenas estrenado unos minutos antes, y que me hizo llorar. The Crying Moon volvió a golpearme pero no me tomó por sorpresa. Estaba tan relajada, mucho más que la noche anterior, y al mismo tiempo había tanta adrenalina en mi sangre que no sentí ni dolor ni cansancio ni sed ni calor. Sólo disfrutaba al doscientos por ciento las emociones del viernes. Durante I Walk Alone sentí el primer eye contact de la noche con ella. Breve, casi fugaz, pero real. Falling Awake fue tan intensa, o más, que en el Circo Volador. Mike volvió a lucirse en su solo de batería. Para ese momento Doug y yo ya habíamos intercambiado gestos, miradas y sonrisas varias veces. Yo era la chica en primera fila del día anterior y también de ese día. Ella lució el mismo vestuario y lo cambió exactamente el mismo orden. Volví a fascinarme por su belleza y lo sexy que se veía metida en ese traje de piel blanco y negro. De nuevo un jam de la banda antecedió a Little Lies y luego Underneath volvió a quebrarme, a deshacerme y a reconstruirme. Por si fuera poco, en lugar de Stargazers nos regaló End of All Hope. Así pues, en dos días escuché tres canciones de Nightwish que no pensé jamás escuchar en su voz, en vivo, y una que ya había escuchado previamente pero que igual disfruté demasiado. El set acústico fue idéntico al anterior: hermoso. Higher Than Hope, We Are, Minor HeavenThe Archive of Lost Dreams y . Yo no había dejado de tomar fotos, cosa que en el Circo prácticamente no hice. Logré varias tomas geniales. Apagué la cámara, sabía que seguía algo intenso, sólo que no tenía idea de qué tan intenso iba a ser. "Veo que hay algunos que están durmiendo por aquí..." dijo ella. Como si alguien pudiera dormir teniéndola enfrente, escuchándola... Por si acaso, nos sacudió con Ciaran's Well otra vez. Y entonces, la magia sucedió. Durante la segunda mitad de la canción ella se colocó justo frente a Annie y a mí, al lado de Doug... The black old well holds ancient tales and makes all wishes come true, so throw your dream into the dark and Blue will come for youuuuu, youuuuuuuuu, youuuuuuuuuuuuuu... YOUUUUUUUUUUUUUUU!! Y ella nos miraba! con una seña le dijo a Doug que nos mirara también. Y cada uno de los "you" que cantaba era para nosotras! primero para mí, señalándome directamente con su dedo índice y sus ojos clavados en mis ojos. Luego para Annie. Luego para las dos... Y yo ¿cantando? NA! GRITANDO como desquiciada la canción también, con mis brazos extendidos hacia ella y mis ojos mirándola. Fueron segundos que bien habrían valido TODO ese fin de semana si es que no hubiera pasado nada más que eso. Es que saberla tan inalcanzable, tan etérea, sí, casi como un ser celestial... Luego tenerla tan cerca, hablar con ella, escucharla cantar y que mientras lo hace se fije precisamente EN TI, habiendo tantas personas a tu al rededor es algo simple y sencillamente indescriptible. Sólo quien sienta una admiración y un amor por alguien semejantes a los que yo tengo hacia ella podrá comprender de qué hablo. Y seguía In for a Kill que me llevó aún más hacia el éxtasis. Si pudiera describir la sensación que tenía en ese momento diría que era la de sentirme viva, de una manera en que no había experimentado antes. Mientras la canción avanzaba Doug y yo seguíamos mirándonos y cantando juntos. Toda la canción. El encore me dio oportunidad de respirar y de abrazar a Annie porque ella estaba en el mismo estado de shock que yo. Habíamos perdido la noción del tiempo, del lugar y de todo. Y de hecho ¿qué importaba todo eso? Si Die Alive comenzó cuando ellos volvieron al escenario no había nada más que pudiera importarnos. Un escalofrío recorrió mi espalda: la siguiente sería Until My Last Breath lo que sólo significaba una cosa: el fin estaba a nada de llegar. Y en efecto, esa fue la última, que fue tan coreada como en el Circo Volador. Se despidieron, ella se veía tan luminosa, tan radiante vestida de blanco. Todos junto a ella, creando la lluvia de trofeos para el público. Otra vez no tuve suerte. Y se fueron, juraría que apresuradamente. Esta vez no hubo un extra, un Wishmaster aún cuando el público lo pedía. Nada. Intenté conseguir un setlist. Fue inútil. Prácticamente fuimos desalojados del lugar. Demasiado rápido.
Fue momento de encuentros. Saludé ahora sí a quienes se suponía debía ver. Abracé a Sandra, no sólo por su cumpleaños sino por el hecho de estar ahí, de verla por fin después de que hace poco más de dos años un texto escrito por ella en el que narraba la forma en que vivió un concierto de Tarja en ese mismo lugar me hiciera llorar. Y quería tomarme foto con todos ellos, conversar, pero fui prácticamente secuestrada por Roger y Annie. Subimos a un taxi y yo no sabía ni bien a dónde íbamos...
Fue momento de encuentros. Saludé ahora sí a quienes se suponía debía ver. Abracé a Sandra, no sólo por su cumpleaños sino por el hecho de estar ahí, de verla por fin después de que hace poco más de dos años un texto escrito por ella en el que narraba la forma en que vivió un concierto de Tarja en ese mismo lugar me hiciera llorar. Y quería tomarme foto con todos ellos, conversar, pero fui prácticamente secuestrada por Roger y Annie. Subimos a un taxi y yo no sabía ni bien a dónde íbamos...
Habremos viajado una media hora. Llegamos al hotel en el que se supone estaría hospedada la banda, y ella obviamente. Eso no lo tenía planeado pero pensé, si puedo despedirme de ella ¡qué mejor!. Nos sentamos. Esperamos. Platicamos. Tomamos fotos. Empezó a vencerme el cansancio. El fío. La sensación de estar en el lugar equivocado, sensación que concluí acerdada después de un par de horas de espera sin resultado favorable. Nuestras caras pasaron gradualmente de la sonrisa eufórica a la resignación. La mía estaba más bien en el plano de nopuedomantenerlosojosabiertos. Nos despedimos. Abrazos. Emprendimos el viaje rumbo al aeropuerto. Llegamos. El avión de Annie saldría a las 7 de la mañana. Yo ni siquiera tenía vuelo. Buscar uno. Comprar boleto. Hacer una visita al OXXO y, por fin, comer algo. Beber más que otra cosa. Tratar de dormir un poco en un asiento del aeropuerto. Descansar la mente más que el cuerpo. Y sí, dormí un poco. La noche se fue muy rápido. Annie se fue y yo entonces me quedé sola con mis pensamientos. Necesitaba café, fui por él y me senté a beberlo frente a un ventanal bañado del sol. Es así como termina ésta historia, justo donde empezaba a ser narrada.
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Claro, falta mencionar que el vuelo de regreso fue un poco menos agradable que el de ida. Que Llovía y había turbulencia en los cierlos de la Ciudad de México. Que en mi cuerpo se sentían ya los estragos de la falta de sueño. Dolía. Y el regreso a casa fue extraño, tan solitario... veía a toda esa gente caminar por ahí, tan ajenos a mi felicidad... y sí, me sentí sola. Sin que hubiera alguien en ese momento con quien pudiera compartir todas esas emociones, esos recuerdos casi en forma de fotografías instantáneas... Por eso necesitaba escribir, sin importar que hayan pasado ya tres semanas, necesitaba dejarlo aquí para guardar registro de lo vivido y para compartirlo con quien, por casualidad, decida leerlo. Gracias por llegar hasta aquí.
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