23 de abril
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Raramente pongo atención a lo que escucha mi madre en el radio por las mañanas, pero hoy por azar escuché dos palabras que activaron mi memoria y a la vez hicieron que prestara interés a la locutora. Ella estaba contando la historia de Sant Jordi, la misma que tú me contaste hace ya un año. ¿Lo recuerdas? Aquella tarde me llevaste a un rincón apartado de la sala diciéndome que querías hablar conmigo, por lo que nos alejamos de los demás. Una vez solos comenzaste diciendo que ese día, en Cataluña, era el día de Sant Jordi, pues cuenta la leyenda que había un Dragón que atacaba al reino, por lo que el pueblo había decidido que para evitar los ataques entregarían a una persona cada día para ser devorada por el dragón y así evitar que acabara con todo el reino, así pues se hacía un sorteo y se enviaba a la cueva del dragón a la persona cuyo nombre resultara elegido. La princesa en algún momento se enteró de que su nombre no entraba al sorteo, así que ella decidió incluirlo y un día salió el nombre de la princesa, la cual fue voluntariamente aunque muchos se ofrecieron en su lugar. Fue caminando hasta la guarida del dragón y cuando éste la iba a devorar apareció Sant Jordi y la rescató, mató al dragón clavándole la espada en el corazón y, de la sangre que fluyó nació una rosa de un color rojo muy intenso. Apenas terminaste de contar la leyenda hiciste aparecer casi como en acto de magia una rosa roja y me la diste mientras me mirabas con tanta dulzura que creí que me derretiría. Te di un suave y pequeño beso y momentos después dijiste que allá en Cataluña, tu tierra, los enamorados tienen la costumbre de éste día regalar una rosa roja a su princesa, y ella, si decide aceptarla, debe corresponderla con un libro a raíz de la leyenda. Esa tarde tú me diste una rosa y yo no te di un libro, pero a cambio de eso te prometí que cada 23 de abril te recordaría aunque nunca volviéremos a vernos, y así es como éste primer año sin ti cumplo con la promesa.
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Raramente pongo atención a lo que escucha mi madre en el radio por las mañanas, pero hoy por azar escuché dos palabras que activaron mi memoria y a la vez hicieron que prestara interés a la locutora. Ella estaba contando la historia de Sant Jordi, la misma que tú me contaste hace ya un año. ¿Lo recuerdas? Aquella tarde me llevaste a un rincón apartado de la sala diciéndome que querías hablar conmigo, por lo que nos alejamos de los demás. Una vez solos comenzaste diciendo que ese día, en Cataluña, era el día de Sant Jordi, pues cuenta la leyenda que había un Dragón que atacaba al reino, por lo que el pueblo había decidido que para evitar los ataques entregarían a una persona cada día para ser devorada por el dragón y así evitar que acabara con todo el reino, así pues se hacía un sorteo y se enviaba a la cueva del dragón a la persona cuyo nombre resultara elegido. La princesa en algún momento se enteró de que su nombre no entraba al sorteo, así que ella decidió incluirlo y un día salió el nombre de la princesa, la cual fue voluntariamente aunque muchos se ofrecieron en su lugar. Fue caminando hasta la guarida del dragón y cuando éste la iba a devorar apareció Sant Jordi y la rescató, mató al dragón clavándole la espada en el corazón y, de la sangre que fluyó nació una rosa de un color rojo muy intenso. Apenas terminaste de contar la leyenda hiciste aparecer casi como en acto de magia una rosa roja y me la diste mientras me mirabas con tanta dulzura que creí que me derretiría. Te di un suave y pequeño beso y momentos después dijiste que allá en Cataluña, tu tierra, los enamorados tienen la costumbre de éste día regalar una rosa roja a su princesa, y ella, si decide aceptarla, debe corresponderla con un libro a raíz de la leyenda. Esa tarde tú me diste una rosa y yo no te di un libro, pero a cambio de eso te prometí que cada 23 de abril te recordaría aunque nunca volviéremos a vernos, y así es como éste primer año sin ti cumplo con la promesa.
Gràcies per aquells dolços moments. Gràcies per haver permès estar amb tu. T’estimu.
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