La diferencia entre un segundo y una vida




Entraste mientras yo leía los artículos que leo cada mañana. Desde que te vi percibí tu aura, no ésa que dicen que se ve de colores usando una cámara fotográfica, sino la otra, la que hace que uno te voltee a ver y se de cuenta de que eres, además de muy guapo, encantador y alegre. Entraste después de preguntarme cómo abrir la puerta y yo, distraída como siempre, te respondí sin verte. Pediste una máquina y te sentaste a trabajar en lo tuyo mientras yo dejé lo mío para investigar de quién era ésa fragancia tan deliciosa. Así deberían oler todos los hombres, pensé. Me di cuenta que provenía de ti y entonces te vi, ahora sí, viéndote. Estabas concentrado en tu trabajo y yo tuve que dejar lo mío para mirarte, eso sí, con el suficiente disimulo para que no lo notaras. En algún momento me pediste algo y yo hice que lo repitieras, un poco por no haberte comprendido bien y otro poco porque me gustó tu forma de hablar. Te atendí entre nerviosa y presta, nerviosaporque a pesar de los años y las personas aún me delata la tembladera de manos y el titubeo de la voz cuando alguien me impresiona. Regresé a mi escritorio a intentar trabajar siempre dejando escapar, por momentos, la mirada hacia donde estabas. De nuevo me pediste que te ayudara con algo, y mientras yo te atendía me hiciste la plática sutil y agradablemente. Desde ese momento conversamos de muchas cosas mientras seguimos trabajando. Parecía que nos conocíamos de toda la vida, o de vidas anteriores quizá. Pediste que me acercara para explicarte algo, y sólo me preguntaste si creía en el destino, yo te dije que la vida es un hilo que se enreda y se teje con muchos otros; –¿entonces nuestros hilos tenían que entrelazarse algún día, no?– preguntaste mirándome a los ojos, y yo no pude responderte y sé que sabías que no podría, sé que sabías del poder hipnótico de tus ojos grises porque mientras yo estaba en trance tus manos se adueñaron de mi cintura y tus labios se abrazaron a los míos; cuando reaccioné estaba colgada de tu cuello y saboreando el más exquisito beso de toda mi vida. Nos hubiéramos quedado así toda la vida de no ser por el timbre del teléfono. –¿Tienes novio?–, preguntaste apenas terminó la llamada. Te respondí que eso del noviazgo no es para mí ya, que prefiero aquéllo de "un día, una habitación", –entonces lo importante es la persona con quien estas hoy en la habitación– dijiste. No necesité responderte y no necesitamos debatir el tema, era obvio que también conoces al Dr. House, y que él seguramente habría aprobado nuestra relación de 3600 segundos. Cuando nuestra vida juntos se consumió te arreglaste la corbata frente al pequeño espejo del baño mientras yo te esperaba afuera con mi último cigarro encendido para ti. –Ojalá todos los días tuvieran habitaciones como la de hoy– fueron tus palabras al despedirte, mientras yo aspiraba el humo de tabaco que emanaba de tu boca con un último beso.


Y al verte salir deseé que ésto no hubiera sido sólo un segundo de imaginación

Comentarios

Nahuii dijo…
eso es lo que deja el canto de las ranas, un segundo, una noche, un beso, el instante es lo que hace que valga la pena vivir¡¡

Besos

Entradas populares