Crónica De Dos Conciertos

Miércoles 19 de diciembre
5:00 pm

Mi hermano y yo salimos de casa con destino al Polyforum Siqueiros, allá al sur del DF. Trayecto tranquilo salvo por una avería del transporte que se solucionó con un cambio de unidad. Una visita a las “taquillas” del Metrobús para comprar una tarjeta; poca gente, buenos asientos. La banda sonora del trayecto estuvo a cargo de My Winter Storm de Tarja Turunen (Dios bendiga mi Ipod genérico intercambiable).


7:00 pm

Llegamos a la estación Polyforum. Nos decidimos entre un Starbucks, un Kentucky y un Burger King para comprar algo de comer; gana el Burger King que por fortuna está prácticamente vacío, mientras mi hermano pide la comida debo hacer una visita estratégica al sanitario. Recibo llamada de Edgar, viene retrasado desde Lindavista, me llamará cuando esté cerca. Vamos a la entrada del lugar para ver si hay alguna cara conocida y ver si ya había fila. Skantor ya estaba ahí, pero no hay fila, sólo vemos a unos cuántos que como nosotros llegaron temprano. Media hora después mi hermano va a asegurarse de que podamos ser los primeros en la aún “inexistente” fila para darse cuenta de que la entrada será por la parte posterior y hay ya unas cien personas antes que nosotros. Resignados tomamos lugar para esperar a que den las ocho y abran las puertas.


8:30 pm

Después de una hora de espera por fin comienza el acceso ¡a las escaleras! Avanzamos unos cuantos metros y luego otra vez a esperar. Casi a las 9 logramos entrar por fin, yo espero encontrarme un lugar con butacas para descansar un poco antes de la acción y para mi sorpresa el show se disfrutará de pie. Me resigno, buscamos un lugar adecuado y preparo mi cámara fotográfica. Mi hermano se lamenta por no haber hecho también aquella visita estratégica al sanitario cuando tuvimos oportunidad. Vemos llegar a Lu, a Cami y Esparta, los saludamos. Sigue una breve espera que por fortuna se va rápido.


9:20 pm

Se apagan las luces, alguien sube al escenario, no es Alex, es alguien que lo presenta y lo describe con algo como “esta noche se presentará aquí un mural dentro del mural más grande del mundo”. Pienso que no podría haber mejor analogía y sé que voy a comprobarlo durante el concierto. Ahora sí, Otaola aparece frente a un micrófono, toma su guitarra -ésa que tiene en su centro la silueta de aquél mítico músico- y así, sin más, empieza a pintar notas con ella, sus dedos empiezan a recorrer tonalidades suaves primero, más intensas después. En las pantallas se proyectan imágenes, todos podemos ver los fractales irse sucediendo uno tras otro. Alex, pide que apaguen las luces para que apreciemos mejor la pantalla pero en él hay una luz naranja que parece provenir de su interior e iluminar todo lo que está cerca, al menos eso es lo que mis ojos aprecian. Me digo que para disfrutar ese viaje mejor me olvido de anotar detalles y nombres, es mejor vivirlo que escribirlo, así pues, no me importa entonces el orden de las canciones ni cuándo termina una y comienza la otra; es por eso que no sé a qué altura suben Alonso y Chema, cada quien con su cada cual para ponerle más color a ese tremendo mural, al que está hecho de incontables e indescriptibles sonidos, no al que nos envuelve. Recuerdo que llevo la cámara y tomo algunas fotos, el flash acaricia por instantes brevísimos a aquellos músicos mientras le dan vida a las canciones. Suena el celular y aunque no lo escucho me doy cuenta porque vibra dentro de mi bolsa, leo el mensaje. Es Edgar, llega dos horas tarde, voy hacia la parte posterior del lugar adivinando dónde está porque no logro ver nada, ni el suelo que piso; asombrosamente llego exactamente frente a él. Saludo y abrazos, luego me dice que no podrá quedarse porque tiene una audiencia temprano. Le entrego lo que llevo para él y conversamos del asunto que tenemos pendiente desde hace algunos meses, todo con los Fractales de fondo. A lo lejos veo que ha subido un invitado más al escenario, no logro apreciar quién es. Edgar me dice que debe irse y lo acompaño hasta la recepción donde nos quedamos platicando otros 10 minutos, tal vez 15. Nos despedimos y yo regreso al foro para disfrutar el resto del concierto. Aquí empieza la segunda parte de mi viaje, ese donde me olvido que hay personas a mi alrededor. “Gracias por estar aquí, vamos a viajar en el vientre de esta ballena multicolor” que es como él decide llamar al Siqueiros. Los minutos desaparecen, se disuelven en cada uno de los acordes que invaden el lugar. Alex toca a ratos como poseso, como si estuviera solo en una habitación vacía y no hubiera cientos de ojos puestos en él. Uno a uno los invitados cumplen con su parte, hacen lo suyo y son aclamados por el público, unos más y otros menos. Los fractales siguen sucediéndose unos a otros en las pantallas como dibujados por las notas musicales, las figuras atrapan la mirada y confunden los sentidos, ya nada es arriba ni abajo mientras se les mira. De nuevo veo el escenario, ahora hay un grupo cuantioso de músicos haciendo cada quien lo suyo: flautas y sax dirigidos por Alex mientras él se mueve de un lado a otro, de repente sentándose frente al teclado y luego regresando con los músicos, tocan una de las mejores rolas de la noche. Luego, de la guitarra de Otaola siguen saliendo toda clase de sonidos: violines, pianos, percusiones y hasta el sonido de los pájaros. Sin que me de cuenta, el viaje cósmico amenaza con terminar, pues Alejandro toma el micrófono, aquél que lo estuvo golpeando repetidamente durante el concierto: “La verdad es que no venía preparado, pero con una cosa así donde hay tanta gente involucrada uno tiene que prepararse”, acto seguido saca un par de hojas y comienza a dar lectura a muchos nombres pidiendo a los músicos invitados que suban al escenario, algunos se han tenido que marchar y ya no están presentes, de cualquier modo los menciona a todos, especialmente a Gerry Rosado y a los hermanos Chema y Alonso, declarándose a sí mismo un “Arreola apócrifo”. Alonso le quita el micrófono: “ahora sí, dejemos de hacernos pendejos y démosle un aplauso a la persona más importante de esta noche, por quien todos estamos hoy aquí, mi carnal Alex Otaola” algarabía total del público, aplausos y gritos. Alex se ve tan contento y satisfecho, tan feliz… Se despiden con caravanas y a señas Alex nos incita a que iniciemos el grito de “otra, otraa!!”; así lo hacemos y ellos no se hacen esperar. Regresa Alex solo, para regalarnos un enorme “final alternativo”, se integran otros músicos y cierran con broche de oro la noche. Desaparecen del alcance de la vista y las luces se encienden, cae sobre todos una sensación como aquella de cuando termina una gran película en el cine y llega el momento de levantarte de tu asiento para volver a la realidad cotidiana. La gente comienza a dispersarse, yo vuelvo a ser consciente de mi, de mi cuerpo y del dolor en mis pies consecuencia de cinco horas contínuas de pie. Busco un lugar donde descansar un momento mientras puedo acercarme a saludar a Alex. Otros tienen la misma idea pero al ver que no aparecen se van, quedamos muy pocos; cuando me doy cuenta empieza a reunirse la gente frente al escenario, avanzo con dificultad desde la parte posterior del foro y cuando llego me veo que es Alonso el que reparte saludos y autógrafos. Espero con mi hermano y Skantor unos metros atrás para no entorpecer a los demás, pero Al nos ve y les pide un momento, se hace a un lado y nos acercamos, nos saluda con efusividad y nosotros a él; fuertes abrazos. Empezamos la plática pero aún hay personas esperándolo, así que las atiende mientras conversamos. Conocemos ahí a una señora que lleva a todos sus hijos, ella es fan y ellos también. El personal del Siqueiros nos insta a salir y aunque por un buen rato los ignoramos, terminamos despidiéndonos de Alonso quedando de verlo la noche siguiente en el CCE. Bajamos resignados por no haber saludado a Alex y para nuestra sorpresa él está ahí, sólo con una chica que lo entrevista; casi de inmediato termina y procedemos a felicitarlo por tan excepcional concierto, por semejante viaje. Él, detrás de una mesa, firma un disco, siempre con esa sonrisa que lo caracteriza; llega nuestro turno y le entrego mi copia del Fractales dignamente conseguida en una trivia de la Switch para que le haga el honor, escribe un lindo mensaje dedicado y es curioso que ya ni siquiera tenga que preguntar nuestros nombres, pienso que es ahí cuando podemos darnos cuenta de que estos años siguiendo su carrera no han sido en vano. Nos despedimos porque van llegando más personas; quedamos de verlo también al día siguiente. Salimos del Polyforum y mi hermano dice que no se irá sin haber saludado a Chema; lo esperamos. Unos minutos después aparece solo así que aprovechamos. Nos abraza fuerte y la plática comienza, nos cuenta sus proyectos para el próximo año y lo satisfecho que está por éste que termina, comentamos el tema un buen rato. Alguien más se acerca a saludarlo pero no le hace mucho caso pues está bastante entretenido con la plática acerca de su libro. Momentos después nos despedimos con un “hasta mañana” y otro fuerte abrazo. Justo antes de irnos tenemos la oportunidad de saludar también al maestrazo Jaime López.

El ineludible regreso al mundo real se hace presente y el viaje de regreso pinta menos difícil de lo que resulta en realidad. Llegamos a casa poco después de las 2:00 am y antes de dormir me pregunto si seré capaz de aguantar otra noche así de intensa.


Jueves 20 de diciembre
5:30 pm

La mañana se fue demasiado rápido, aún me siento cansada de la noche anterior. Por momentos dudo acerca de ir al Centro Cultural España a la fiesta de aniversario de Voodoo Jazz donde tocarán Juan Pablo Villa y el cuarteto de LabA. A fin de cuentas me decido a ir y salimos de casa mi hermano y yo poco después de las cinco y media. El trayecto es muy tranquilo, el sol del ocaso pinta colores hermosos en el cielo, una vez más compruebo que Dios tiene razón cuando dice que las tardes de la Ciudad de México son las más hermosas, y para aprovechar el momento programo “Una tarde en la vida” en mi Ipod GI. Llegamos al metro La Raza casi a las 7 de la noche y para evitarnos el metro y ahorrar tiempo tomamos un taxi que por una módica y muy aceptable cantidad nos lleva a Bellas Artes. Decidimos que es buena idea caminar desde ahí hasta la calle de Guatemala, así aprovechamos para disfrutar del ambiente del Centro Histórico de nuestra ciudad. Nos decimos que tenemos que conocer la famosa pista de hielo del Zócalo y luego de caminar y caminar entre mares de gente logramos verla y ver también a todos aquellos que no se despegan del barandal temiendo caer. Una vez cumplido el requisito tomamos camino hacia el Templo Mayor y poco a poco vemos como hay menos gente hasta que al llegar a la parte posterior de Catedral habemos sólo unas cuantas almas. Por fin aparece ante nosotros la entrada al CCE y después de sorprendernos de que no haya gente afuera o formada preguntamos si podemos pasar al evento de la terraza; la respuesta es afirmativa. En ese momento nos alcanza Jags, a quien tenía meses de no ver, y procedemos a entrar. Yo decido hacer una de esas visitas estratégicas al sanitario y cuando salgo ya también está Skantor. Subimos pues todos al elevador y luego de equivocarnos de piso llegamos a la terraza. Al primero que vemos es a Alex, está solo, lo saludamos y bromeamos acerca del tiempo que tenemos de “no vernos”, aprovecho el momento para pedirle un autógrafo para Meli y luego de eso nos acercamos al lugar donde será el concierto. Alonso está conversando con alguien por lo que esperamos para saludarlo. Poco después se acerca y otra vez aplica la broma de “no sé por qué pero siento que acabo de verte”. Nos cuenta acerca de la exposición de fotos Improvisación Colectiva de Alonso Ortiz y nos recomienda que la veamos. Recorremos entonces una a una las imágenes donde aparecen algunos de los mejores músicos de jazz en tomas de conciertos, entre ellos están Alonso y Alex. Busco un lugar donde sentarme un rato a esperar que pase el tiempo, pues de lo contrario estaré demasiado cansada cuando empiece el concierto. Nos toca ver el soundcheck, y a pesar de que Al nos insiste en que sólo es un ensayo la gente disfruta y aplaude como si fuera el concierto en pleno. De a poco el lugar que estaba prácticamente vacío cuando llegamos se ha llenado de gente, ningún rostro conocido. Llega un tipo acompañado de una gran mesa y varias cajas de cerveza y se coloca donde estoy por lo que soy despojada de mi cómodo sitio. Llega Lu acompañada y la saludamos. Jags invita la primer ronda de cerveza para ahogar los minutos, son más de las nueve y media aún no inicia el show. Empiezo a desesperarme así que me busco un lugar y me valgo de los juegos de mi celular para matar el tiempo; desde mi perspectiva sólo puedo ver cuerpos de gente extraña, por lo que me sorprende no tener una crisis claustrofóbica. Poquito después percibo movimiento en masa hacia lo que hace las veces de escenario así que me pongo de pie para descubrir que no hay nada, pero de cualquier manera ya no me es posible sentarme y continúo entreteniéndome con el cel.


10:00 pm

Por fin aparece Juan Pablo Villa que pasa junto a mi de camino a la plataforma donde está el micro. Me sorprende verlo solo, ningún músico lo acompaña. Tampoco lleva instrumentos “convencionales” y me pregunto cómo es que piensa dar un concierto así… Cuando empiezo a escuchar sonidos provenientes únicamente del fondo de su garganta me doy cuenta de que el show ha comenzado y expectante observo qué es lo que JP hace. Para mí, hasta ese momento, no existía esa manera de hacer música, de componer y darle vida a canciones completas y complejas usando como base únicamente la voz, ayudándose de loops y de los más bizarros instrumentos para crear atmósferas y recrear emociones… Obviamente no puedo citar nombres de canciones, pero sí puedo decir que escuchándolo fui transportada a diferentes lugares y épocas, además de que el verlo ejecutar su música es toda una experiencia, una que por desgracia duró apenas unos treinta minutos. Juan Pablo agradeció a Voodoo Jaz la invitación y al público la asistencia, acto seguido se retiro y volvió a pasar junto a mi, pero yo ya no lo veía de la misma manera…


10:40 pm

El cuarteto LabA asoma de entre el público, yo me he cambiado de sitio y ahora estoy frente al escenario. Los veo aparecer uno por uno, aunque no tengo claro el orden pues desde ese momento me instalo en el mood fueradeestemundo. Me digo que no voy a preocuparme por anotar títulos de canciones, sólo por vivir el concierto, mismo que será el último del año. Desde que empiezan toda la atención se vuelca sobre los cuatro, y Gerry, Chema, Alex y Alonso dejan de ser individuos para conformar ése extraño ser de múltiples brazos que da vida a criaturas aún más extrañas. Al ir avanzando entre las rolas me doy cuenta de que el tracklist es muy parecido al del concierto del Metropolitan, aquél donde compartieron escenario con el gran Adrian Belew, y por lo tanto siento que ya viví aquello como si fuera parte de ellos y supiera lo que sigue, cosa que me da ventaja –o al menos la sensación de tenerla– sobre aquellos que no estuvieron ahí. Veo surgir entre otras a La Barba del Loco, La Tumba de Philidor, La Luz Usa Zapatos Blancos y a Talando Insomnio descrita por Alonso como “un bonito homenaje a todas esas noches que no he podido dormir” y donde, a mitad de la canción, aparece el ya conocido trabalenguas rematado ésta vez con un “pero por favor, que no regrese Timbiriche” seguido por carcajadas y gritos de los presentes. Llegado el momento salen aquellos míticos instrumentos para acompañar la correspondiente rola: la rana de barro, el patito de hule y la bolsa de canicas. Cuando es el turno de Soñando Patos en Chapultepec Al dice que se le ha ocurrido un experimento y acto seguido nos lanza silbatos y globos para ayudarlo a ambientar la rolita; yo me quejo por que no me toca ninguno de los sofisticados artilugios y no me queda más que gozar el espectáculo de los de arriba y reirme con el escándalo de los de abajo. Unas piezas más entre las que se cuentan Clarasolelpino y Zizou, y anuncian que el show se termina, ellos agradecen a Voodoo Jazz la invitación y cumplidas las formalidades salen del escenario, pero como es sabido, regresan a los pocos minutos para cerrar a todo lujo con mi favorita: “ahora sí, a brincar todos” mientras del bajo va saliendo el Caballero de los Leones, y sí, yo brinco y tengo un orgasmo múltiple al escuchar otra vez ésa canción y con él a tan sólo un metro de distancia…

Y todo lo que empieza en algún momento acaba, no podía ser ésta la excepción. Tantas emociones en un periodo tan corto de tiempo dejan estragos y mi cuerpo ya no va a aguantar mucho, así que en cuanto podemos nos despedimos ya no sólo de los músicos, también de los amigos, y sé que es así por las palabras que nos regalan a pesar de estar rodeados de gente que los aclama… Cuando todos nos hemos despedido de todos bajamos por la escalera, ya no por el elevador, lo que nos da tiempo de volver los pies al mundo; luego, salir al fresco de la noche a un centro histórico casi vacío es un alivio después de estar en medio de tantas personas. Corremos al metro y por fortuna aún encontramos abierto; media hora después estamos a bordo del autobús que debe llevarnos a casa, pero por la hora y quizá también por las fechas hay muy poca gente, así que la hora que esperamos estacionados en Indios Verdes Jags, mi hermano y yo la pasamos comentando recuerdos de la infancia y adolescencia. Luego el viaje que resulta ser rapidísimo a esa hora; cerca de las 2 am ya estamos en casa y yo sólo quiero irme a dormir con ésa gran sensación de felicidad recorriendo mi interior…

Comentarios

Skantor dijo…
Excelente reseña, muy completa, ni yo la hubiera hecho mejor, que chido que te latio Juan Pablo Villa, yo tambien te deseo lo mejor en este año que empieza en unas horas, gracias1!

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